rendimientos en las diferentes formas de cultivar

En su blog «Los productos naturales ¡vaya timo!», J.M. Mulet defiende la idea –en una entrada del pasado 2 de diciembre–  de que la agricultura ecológica es ineficiente, cara y minoritaria:

http://www.losproductosnaturales.com/2011/12/la-agricultura-ecologica-es-poco.html

Para ofrecer otro punto de vista, abordando sin reduccionismo la cuestión de los rendimientos, copio abajo el capítulo 9 de mi libro de 2003 Cuidar la T(t)ierra, que publicó la editorial Icaria de Barcelona.

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9. LA CONTROVERSIA

SOBRE LOS RENDIMIENTOS

La agricultura integrada es más sostenible que la agricultura industrial convencional, y la agricultura ecológica es más sostenible que la integrada, casi por definición; no deberíamos albergar dudas al respecto. Además, esto es precisamente lo que muestran los estudios científicos comparativos hechos con rigor[1]. Pero surge la cuestión de los rendimientos: ¿puede concebirse una agricultura ecológica a nivel mundial lo suficientemente productiva como para alimentar adecuadamente a la población?

Normalmente, cuando una explotación pasa de agricultura industrial convencional a agricultura ecológica, los rendimientos por unidad de superficie decrecen entre un 10 y un 35%.[2] A menudo los “tecnoentusiastas” aducen este hecho para concluir que el papel de la agricultura ecológica, en un mundo con muchas bocas que alimentar, no puede ser sino testimonial: no podemos permitirnos el lujo de dejar caer los rendimientos agropecuarios. Así, típicamente, Jaime Lamo de Espinosa en su texto “La economía de la sostenibilidad agraria” afirma: “Por su propia naturaleza, la agricultura ecológica da lugar a una reducción de la producción global de alimentos, dada su fuerte reducción en rendimientos”. [3] El taxativo juicio anterior no viene apuntalado por ningún dato o referencia científica: se ve que basta la apelación a la “propia naturaleza” de la cosa, como en los mejores tiempos del pensamiento metafísico.

Tres importantes científicos valencianos, en un artículo sobre alimentos transgénicos, proceden de manera análoga. Tras señalar que “hi ha estratègies productives, como ara les de l’agricultura ecològica, més netes que l’agricultura intensiva; tanmateix, aquets modes de producció (…) comporten pèrdues importants de productivitat”[4], se da por zanjado el asunto sin más examen y se pasa a razonar la necesidad de los cultivos y alimentos transgénicos.

¿Realmente está zanjado el asunto? Yo creo que no.

Los rendimientos en agricultura ecológica

La cuestión es que no hay buenas razones para suponer que los rendimientos no vayan aumentar después: en el nivel “micro”, cuando el predio en concreto se adapta a la nueva situación y recupera su fertilidad natural, y en el nivel “macro” cuando se dediquen a la investigación y desarrollo en métodos ecológicos siquiera una fracción de los recursos que en los últimos decenios ha absorbido la agricultura química. De hecho, la mayoría de las investigaciones muestran que la tendencia general al incremento año tras año de los rendimientos se aplica tanto a la producción ecológica como a la convencional.[5] Ello no debería resultar tan sorprendente: como indicamos en el capítulo 1, la mejora de los rendimientos por unidad de superficie en la agricultura moderna debe atribuirse sobre todo a la mejora genética de las semillas, en combinación con aportes adecuados de agua y nutrientes (el empleo de agrotóxicos no es un factor de similar relevancia).

A menudo se acepta implícitamente que los dos únicos factores que influyen en la producción agrícola son la superficie cultivada y las tecnologías empleadas[6]. Ello no es aceptable más que si se emplea un sentido muy amplio de “tecnología”, de manera que incluya lo que solemos llamar buenas prácticas. Las buenas prácticas agrícolas y pecuarias tienen mucho que ver en el logro de rendimientos elevados de manera sostenible: así, por ejemplo, a igualdad de los demás factores, plantando cortavientos de árboles en las lindes de los predios agrícolas los rendimientos aumentan hasta un 20%.[7] Probablemente no se está pensando precisamente en plantar setos o construir terrazas cuando se habla de “progreso técnico” en agricultura, pero en muchos casos son este tipo de prácticas agroecológicas las que mayor potencial presentan para incrementar rápidamente los rendimientos en muchos países del Sur que padecen inseguridad alimentaria.

“BUENAS PRÁCTICAS” EN LA SIEMBRA DE LA BATATA

Veamos un impresionante ejemplo chino: se trata en este caso, sencillamente, de introducir “buenas prácticas” en la siembra de la batata. En concreto, prácticas higiénicas para eliminar los virus de los instrumentos que el agricultor emplea en la plantación, y la realización de la misma con plantones no infectados, han conducido en los últimos años –en las provincias de Shandong y Anhui—a incrementar los rendimientos entre un 30 y un 40%, sin añadir riegos, abonos, plaguicidas ni mejoras genéticas, en una superficie de cultivo de más de800.000 hectáreas.

    Hay que tener en cuenta que la batata es un cultivo altamente nutritivo y muy importante: el séptimo a nivel mundial en cuanto a volumen de producción (sólo por detrás del trigo, arroz, maíz, patata, cebada y mandioca, por este orden). China cultiva el 85% de la cosecha mundial; si la nueva técnica de sembrado se generalizase en todo el país, esto supondría ganancias de 1.500 millones de dólares adicionales para los agricultores cada año, beneficiando especialmente a los más pobres.

Fuente: página web del Centro Internacional de la Patata en Lima: www.cipotato.org/projects/sweetpotato.htm. Véase también “Researchers boost chinese sweet potato production”, en Plant Breeding News 122, del 28 de febrero de 2001.

Si ponemos a correr juntos a dos atletas, uno con las piernas trabadas y el otro sin trabas, no podríamos considerar la victoria del segundo como una prueba de superioridad competitiva. Hoy, la situación de la agricultura ecológica respecto de la convencional es análoga. Sólo cuando las condiciones de partida no sean tan desastrosamente desiguales podremos hacer comparaciones con sentido.

“La posición que ha alcanzado la agricultura biológica –en aparente igualdad de rendimientos con la convencional—la ha logrado sin el fuerte apoyo en investigación y desarrollo con que ha contado la convencional en años recientes. Para llevar la ciencia agrícola ortodoxa al presente nivel de desarrollo, los organismos estatales, universidades y sociedades anónimas de todo el mundo occidental se han venido gastando en estos últimos treinta años enormes sumas de dinero en I+D. Uno se pregunta a qué nivel de eficacia estaría la agricultura biológica, que sólo ha dispuesto de una parte muy pequeña de esos recursos en ese mismo período de tiempo.”[8]

Con todo, no es poco lo que ya hoy puede decirse sobre los rendimientos[9].

AGRICULTURA ECOLÓGICA: RENDIMIENTOS EN MUCHOS CASOS

COMPARABLES A LA AGRICULTURA QUÍMICA CONVENCIONAL[10]

  • La Comisión para la Investigación de la Agricultura Ecológica del Ministerio de Agricultura holandés, en su informe de 1973, concluyó que las granjas ecológicas pueden tener una producción por hectárea comparable a la de las granjas convencionales, exceptuando la producción lechera, la de ciertas frutas y verduras, y la de patatas. Sin embargo, a menudo los granjeros preferían esta producción lechera algo menor para mejorar la salud y longevidad de su ganado. La Comisión señaló que la aplicación a gran escala de los métodos agrícolas alternativos en Holanda redundaría en cierta disminución de la producción de alimentos, pero de escasa entidad.[11]
  • En 1975, un informe oficial del Gobierno francés sobre la agricultura ecológica concluyó que la práctica agropecuaria ecológica no reduce las cosechas necesariamente. Las producciones de cereales eran en general equivalentes a las de las granjas convencionales. Sólo en dos áreas productivas –el maíz y la fruta—se apreciaba disminución de los rendimientos.[12]
  • Un importante estudio elaborado en 1989 por la Academia Nacional de Ciencias en EE.UU., y publicado con el título de Agricultura alternativa, aseguraba que los granjeros que apenas aplican productos químicos a sus cosechas obtienen tanta productividad o más que aquellos que usan plaguicidas y abonos sintéticos, y recomendaba congelar los programas federales de subsidios que empujan a los agricultores a la agroquímica. “Una amplia adopción de los métodos alternativos en agricultura reportaría grandes beneficios para los agricultores y para el medio ambiente del país”, leemos textualmente.[13]
  • Otro notable estudio publicado en Nature en 1998 comparó durante diez años tres campos de maíz: uno con agricultura química convencional (A), otro con agricultura ecológica (sin agrotóxicos) y fertilización por estiércol (B), y un tercero con agricultura ecológica igualmente, pero fertilización con leguminosas y abonado en verde (C). Pues bien, entre 1986 y 1995 los rendimientos fueron similares: un promedio de 7.170 kgs. de maíz por hectárea en (A), 7.140 en (B) y 7.100 en (C). También los beneficios económicos fueron equivalentes; pero los sistemas de agricultura ecológica permitieron comprobar los beneficios ambientales consabidos (por ejemplo, una mayor fijación de nitrógeno y carbono en el suelo, con lo que se combate el “efecto invernadero”).[14]
  • La agricultura intensiva China (que hasta finales del siglo XX no ha empleado agrotóxicos por no poderse permitir comprar tan onerosos venenos) alimenta casi a catorce personas por hectárea; la agricultura química francesa sólo a dos.[15]
  • Los estudios realizados en la Estación Experimental Agraria de Carcaixent (dependiente de la Generalitat valenciana), en plena huerta levantina, concluyen que en cítricos no hay diferencias apreciables de rendimiento (ni de costes de producción) entre agricultura ecológica y convencional.[16]
  • En un estudio en curso sobre rendimiento, costes y rentabilidad de la producción de hortalizas ecológicas en la huerta valenciana, se ha visto que los rendimientos son mayores en los cultivos ecológicos que en los convencionales comparables. Aunque los costes son también superiores (por ejemplo, 1.211.400 pts/ha en patata ecológica frente a 866.680 en patata convencional), la rentabilidad para el agricultor es mucho mayor, porque los precios en exportación son hasta diez veces superiores para las hortalizas ecológicas.[17]
  • Una investigación realizada en India meridional, en 1993, comparaba rendimientos y rentabilidad de granjas ecológicas y de granjas que practicaban la agricultura química convencional; concluía que las primeras eran tan productivas y rentables como las segundas, y que si se extrapolaban los resultados a la nación entera, la generalización de la agricultura ecológica no tendría efectos negativos sobre la seguridad alimentaria, reduciría la erosión y desertificación del país, mejoraría la fertilidad de los suelos y reduciría la dependencia económica del extranjero.[18]
  • La organización voluntaria privada World Neighbours (Vecinos del Mundo) patrocina, desde mediados de la década de los ochenta, el desarrollo agrícola y un programa de formación a fin de controlar la erosión y recuperar la fertilidad de los suelos degradados de Honduras. Se introdujeron prácticas de conservación de suelos tales como hacer canaletas de desagüe y de contorno, barreras de pasto y paredes de roca; también se probó abonar con estiércol de pollo y realizar intercambio de cultivos. Las cosechas programadas se triplicaron y cuadruplicaron, pasando de 400 kilogramos por hectárea a 1.200 y hasta 1.600. [19]
  • CIDDICO y otras ONG fomentaron el uso de legumbres como abono verde en toda América Central. Cientos de agricultores de la costa norte de Honduras utilizan frijoles velvet (Mucuna pruriens) con excelentes resultados, lo cual se traduce en cosechas de maíz de cerca de 3.000 kilogramos por hectárea, más del doble del promedio nacional; además sirven para controlar la erosión, eliminar laa malas hierbas y reducir el costo de preparación de la tierra para cultivar.[20]
  • En sólo un año, más de mil productores rurales recuperaron las tierras degradadas de la cuenca nicaragüense de San Juan. El análisis económico de esos proyectos indica que los agricultores que adoptaron los cultivos de cobertura redujeron el consumo de fertilizantes químicos de 1.900 kilogramospor hectárea a 400, y aumentaron la cosecha de 700 a2.000 kilogramospor hectárea, a un costo un 22% inferior al de los productores que recurren a abonos químicos y practican el monocultivo.[21]
  • Por último, la experiencia cubana en los años noventa es fundamental para esta cuestión. La agricultura convencional de la isla, muy dependiente de la petroquímica según los cánones de la “revolución verde”, se desplomó después de que en 1989-90 cesara la cuantiosa ayuda soviética. Dejaron de importarse 1’3 millones de toneladas de fertilizantes inorgánicos, 17.000 toneladas de herbicidas y 10.000 toneladas de plaguicidas; el consumo de proteínas y calorías llegó a caer hasta un 30%. Haciendo de la necesidad virtud, el campo cubano se reconvirtió en pocos años casi por completo a la agricultura ecológica e integrada, en el único experimento a semejante escala que hasta ahora ha conocido la humanidad. Se cambió la estructura de tenencia y uso de la tierra (descentralizando su uso, y entregando tierras estatales en usufructo a distintas formas cooperativas y particulares); se fomentó la agricultura urbana; se desarrollaron fuentes renovables de energía; se usó crecientemente la tracción animal (bueyes) en lugar de la mecánica; se disminuyó el uso de agroquímicos mediante técnicas de manejo integrado de plagas, y el desarrollo de bioplaguicidas y biofertilizantes (en más de 200 centros regionales); se reorientó a fondo la investigación agronómica; se buscaron las formas de producción integrada (combinando la agricultura con ganadería, piscicultura y otras actividades), lo que permite cerrar los ciclos de residuos; se mejoró la gestión de los recursos hídricos sobre la base del manejo integrado de las cuencas hidrográficas. En 1997 se habían recuperado prácticamente los niveles de productividad anteriores a la crisis, pero casi sin agroquímicos, y con un impacto ambiental mucho menor. La producción ecológica en huertos urbanos aumentó de 40.000 toneladas en 1995 a115.000 toneladas en 1998. En 1999, la agricultura ecológica urbana produjo el 65% del arroz de Cuba, el 46% de los vegetales frescos y el 38% de las frutas no cítricas.  Cuba representa hoy un faro agroecológico para buena parte de la humanidad.[22]

Nota: para no alargar excesivamente este recuadro, incluyo resúmenes de otros estudios relevantes en un apéndice al final de este capítulo.

No debe olvidarse que el uso de fertilizantes inorgánicos sólo permite aumentos del rendimiento por hectárea por debajo de cierto umbral. Más allá del mismo, los rendimientos se vuelven decrecientes, debido a que la planta sólo puede asimilar una cantidad limitada de nutrientes y debido a la pérdida de fertilidad del suelo recién mencionada. La agricultura moderna está ya en muchos lugares muy cerca de estos límites, como parece indicar el dato de que el consumo de fertilizantes por hectárea ha dejado de aumentar en los últimos años.

RENDIMIENTOS EN HORTALIZAS EN EL PERELLÓ,

VALENCIA, AÑOS NOVENTA (kgs. por metro cuadrado)

 

Fumigación con bromuro de metilo (1993-94)

Fumigación con etoprofós (1995-96)

Biofumigación (1996-97)

Biofumigación (1997-98)

Verduras chinas

2’7

2’6

2’5

2’2

Tomate

3’9

3’7

5’2

9’8

Pepino

5’2

6’6

10’5

8’4

Pimiento

4’4

5’2

COSTE (pts.)

14.030

21.974

0

0

Fuente: Antonio Bello, CSIC

La viabilidad económica de la agricultura industrial requiere que se mantengan bajos los costes de los procesos industriales y del transporte (asociados con la actual abundancia de petróleo a bajo precio), y que no haya obstáculos graves al funcionamiento del mercado mundial. En algunos países pobres del Sur ya se dan contraejemplos significativos: la falta de capacidad adquisitiva de los campesinos pobres les impide adquirir los fertilizantes y otros insumos comerciales y les empuja a recurrir a las técnicas tradicionales o a programas modernos de agricultura biológica (como los impulsados por un centro de Managua para la producción de ajonjolí y soja en varias comarcas de Nicaragua), más exigentes en trabajo humano pero más baratos[23]. En todo caso, una agricultura biológica que se proponga preservar las condiciones orgánicas de una fertilidad indefinida de los suelos parece una solución ecológicamente más satisfactoria, que asegura un metabolismo más simple y seguro entre comunidades humanas y medio ambiente natural.

Rendimientos de monocultivos y de policultivos

Según mencioné más arriba, la investigación señala que las explotaciones agrarias pequeñas son realmente mucho más productivas que las grandes, entre un 200% y un 1000% más. La producción por hectárea en las pequeñas parcelas de los campesinos llega a multiplicar por diez la obtenida en los grandes predios de los terratenientes, bajo condiciones edafológicas y climáticas similares[24]. ¿Cómo conciliar este hecho con las supuestas ventajas de productividad a menudo mencionadas como típicas de las grandes explotaciones mecanizadas de la “Revolución Verde”?

         La cuestión es que, al exaltar las ventajas de las grandes fincas, se mencionan los rendimientos por hectárea de un solo cultivo. Pero esto no parece una base de comparación adecuada: sería mejor calcular cuántos alimentos se producen por hectárea, y ahí la ventaja –no sólo en términos de sensatez agroecológica, sino también en términos de productividad– queda claramente del lado de las pequeñas explotaciones y de la agricultura campesina.

“La explotación más pequeña puede tener varios cultivos que utilizan diferentes profundidades de las raíces, alturas de las plantas, o nutrientes, en el mismo pedazo de tierra simultáneamente. Es este policultivo el que le da a la pequeña explotación la ventaja de una mayor productividad. Para ilustrar la diferencia entre estos dos tipos de medida, considérese una gran explotación en el Medio Oeste en EE.UU., que puede producir más maíz por hectárea que una explotación pequeña en la que el maíz se cultiva junto a otras plantas en un policultivo que también incluye fríjoles, calabazas, patatas, y ‘malas hierbas’ que sirven como forraje. Pero el rendimiento global, en términos de alimentos, es mucho mayor en el policultivo, ya se mida en peso, volumen, calorías o dólares. (…) En términos de convertir los insumos en productos, la sociedad estaría mucho mejor con los agricultores a pequeña escala. Y dado que la población continúa creciendo en muchos países, y los recursos agrícolas por persona continúan reduciéndose, una estructura agraria basada en las pequeñas explotaciones sería mucho mejor para satisfacer las necesidades futuras de alimentos.”[25]

En sentido análogo argumenta la escritora y activista hindú Vandana Shiva: “¿Quién alimenta al mundo? Mi respuesta es muy diferente a la que da la mayoría de la gente. Son las mujeres y los campesinos que trabajan con la biodiversidad los principales proveedores de alimento en el Tercer Mundo y, al contrario de la opinión dominante, sus pequeñas parcelas basadas en la biodiversidad son más productivas que los monocultivos industriales”. Aquí se perfila una oposición entre una agricultura industrial, ecológicamente insostenible, basada en altos insumos de energía (petróleo) y productos químicos, y una agricultura campesina, ecológicamente viable, basada en altos insumos de trabajo humano y conocimiento. Shiva continúa:

“Al plantar sólo un cultivo en todo un campo como monocultivo aumentará, por supuesto, su rendimiento individual. Plantando múltiples cultivos en una combinación se tendrá un rendimiento bajo de cultivos individuales, pero el resultado total en la producción de alimentos será mayor. El rendimiento ha sido definido de tal manera que prácticamente hacemos desaparecer la producción de alimentos en pequeñas parcelas. Ello también oculta la producción de millones de mujeres campesinas del Tercer Mundo –agricultoras como las de mi Himalaya nativo que luchan contra la tala de bosques en el movimiento Chipko, que hacen crecer en sus campos escalonados la jhangora (un tipo de arroz), el marsha (amaranto), el tur (una legumbre), el urat (garbanzo negro), el gahat (otro tipo de garbanzo), la soja, el bhat (otro tipo de soja)… Una infinita diversidad en sus campos.”[26]

La autora hindú señala que a menudo se caracterizan como improductivos los cultivos de maíz de los campesinos mayas de Chiapas, en Méjico, ya que sólo rinden dos toneladas por acre. Sin embargo, la producción total es de veinte toneladas por acre cuando se contabilizan también los otros cultivos: fríjoles, calabazas, verduras, frutas… Un estudio en Nigeria oriental mostró que los huertos domésticos, que ocupaban sólo el 2% de la tierra cultivable del grupo familiar, producían sin embargo la mitad del alimento. La diversidad que maneja esta agricultura campesina de subsistencia a menudo resulta estupefaciente: en Java, los pequeños agricultores cultivan hasta 607 especies en sus huertos domésticos. En el África sub-sahariana, las mujeres cultivan 120 plantas diferentes…[27]

Recursos naturales de libre acceso para la subsistencia

Pero no se trata sólo del rendimiento de los cultivos, sino también del abastecimiento a partir de recursos silvestres, que precisamente para los campesinos del Sur tiene gran importancia en muchas ocasiones. La mayoría de los pobres no poseen tierra, sino que dependen de recursos de propiedad común –bosques, lagos, humedales…—como medios vitales de subsistencia. Un estudio realizado en la India, en 1991, mostró que el 80% del combustible y forraje que usaban los pobres provenía de tierras de propiedad común. En Bangladesh, al menos el 40% en peso de los alimentos, y la mayoría de las necesidades nutricionales, se satisfacen con especies acuáticas o plantas recolectadas en terrenos no cultivados. En África, los hogares rurales satisfacen el 35% de sus necesidades energéticas con leña –en muchos casos recolectada en bosques y tierras de propiedad común[28]. Como se ve, para estas comunidades el libre acceso a bosques, praderas y fuentes de agua resulta esencial. Como se ha señalado,

“la mentalidad asociada al monocultivo, y comúnmente reflejada en la agricultura industrial, no percibe ni toma en cuenta las numerosas interconexiones entre la especie humana, las plantas y los animales. Así, los ingenieros agrónomos insisten en optimizar el rendimiento de una sola cosecha en particular, olvidando la importancia de las especies no cultivadas o de los cultivos orientados a la subistencia. Esta es una de las razones por la cual mayores rendimientos en los monocultivos no se traducen necesariamente en más alimentos para los campesinos. Al contrario, incluso podrían tener menos alimento si se eliminan los cultivos secundarios. Más aún, los efectos adversos de la agricultura química suelen afectar las cosechas y animales. Si la tierra y el agua se contaminan, afectan a las personas, aves y animales que dependen de ellas. Los residuos químicos contaminan fuentes de agua dulce, recursos hídricos, peces y la biomasa no cultivada. Por ello, la afirmación de que la agricultura moderna ha producido más alimentos es errónea, pues se basa en el cálculo de cosechas de monocultivos, el arroz por ejemplo, e ignora sistemáticamente su efecto negativo sobre todo el sistema de alimentos que incluye peces, ganado y vegetales no cultivados.”[29]

Abordar sin reduccionismo la cuestión de la productividad de los agroecosistemas

Pero la cuestión de los rendimientos no queda agotada con las observaciones anteriores. En efecto, a menudo se aborda el asunto con injustificado reduccionismo, analizando sólo los rendimientos agropecuarios por unidad de superficie. Pero a la hora de valorar la productividad de un agroecosistema, no es ése el único parámetro que importa: hay que tomar en consideración la productividad por unidad de trabajo (o de tiempo), por unidad de inversión de dinero, por unidad de energía, por unidad de agua, en relación con las necesidades humanas… Si ampliamos así nuestra interrogación, la celebrada productividad de la agricultura industrial moderna sale bastante malparada. Por ejemplo, y como ya subrayamos anteriormente en el capítulo 3, la agricultura tradicional, y la agricultura ecológica moderna, son mucho más eficientes que los agroecosistemas industriales en cuanto al uso de la energía (ver cuadro siguiente).

EFICIENCIA ENERGÉTICA DE VARIOS SISTEMAS DE PRODUCCIÓN DE MAÍZ

(en miles de kcal./ha./ año)

 

Sistema manual

Tracción animal

Convencional mecanizado

Agricultura ecológica

Rotación con soja/ trigo/ alfalfa

Insumo total

228

665

2.285

Salida total

6.962

3.352

7.636

Razón energética (salida/insumo)

30’5

5

3’3

6’7

8’3

Fuente: Miguel Ángel Altieri, “El ‘estado del arte’ de la agroecología y su contribución al desarrollo rural en América Latina”, en Alfredo Cadenas Marín (ed.), Agricultura y desarrollo sostenible, Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, Madrid 1995, p. 172.

Más sobre rendimientos energéticos

En la agricultura cerealista de secano española, el manejo ecológico supone un ahorro de más del 50% de la energía externa empleada (y la duplicación de los beneficios económicos percibidos por el agricultor), con una reducción de las producciones en la banda del 10-20%.[30] El siguiente cuadro presenta los resultados obtenidos.

CONSUMOS PROMEDIO DE ENERGÍA EXÓGENA POR CULTIVO (Mj/ha)

Finca Santa Olalla en Toledo, 1993-2000

Rotaciones

Maquina

ria

Combusti

ble

Semillas

Fertilizan

tes

Herbici

das

TOTAL

ECOLÓGICAS

Cebada sobre barbecho

 

244

 

3012

 

1950

 

 

 

5206

Cebada en rotación

220

2247

1950

4417

Veza forraje

131

1721

1000

2852

Garbanzo

182

1864

1200

3246

Girasol

227

2247

45

2519

CONVENCIONALES

Cebada

 

240

 

2820

 

1950

 

9520

 

289

 

14819

Veza forraje

135

1912

1000

3120

289

6456

Garbanzo

172

2247

1200

3120

289

7028

Girasol

199

2629

45

3120

289

6282

Fuente: Ramón Meco y C. Lacasta, “Costes energéticos y económicos de agrosistemas de cereales considerando manejos convencionales y ecológicos”. IV Congreso de la Sociedad Española de Agricultura Ecológica, Córdoba, 19 al 23 de septiembre de 2000.

Se aprecia cómo, en estas experiencias, el girasol ecológico consume sólo el 40% de insumos energéticos externos que el convencional, el garbanzo el 46%, o la cebada apenas el 30%. La razón está principalmente en los fertilizantes, que suponen, en agricultura convencional, entre el 50 y el 64% de la energía externa empleada, mientras que la fertilización ecológica (utilizando los residuos de la paja del cereal y rotando adecuadamente los cultivos, en nuestro ejemplo) no precisa de ningún aporte energético adicional.

         En la Estación Experimental Agraria de Carcaixent, situada en plena huerta valenciana, se han comparado a lo largo de varios años la productividad, rentabilidad y eficiencia energética de cultivos ecológicos y convencionales de cítricos y hortalizas[31]. En general, observan una tendencia en las parcelas ecológicas a reducir a la mitad los insumos energéticos externos. En citricultura ecológica se obtienen rendimientos por hectárea similares a la citricultura convencional, con mucho mejor comportamiento energético (nótese que el índice energético de los cultivos convencionales es negativo) y sin costes adicionales de producción. En el caso de las hortalizas ecológicas los rendimientos son menores y los costes de producción superiores, pero de nuevo el comportamiento energético es mucho mejor.

CITRICULTURA CONVENCIONAL (QUÍMICA) Y ECOLÓGICA

EN LA HUERTA VALENCIANA: UNA COMPARACIÓN

 

Media

ecológico

Media

químico

Ecológicocon riego de pie **

Ecológico con pozo

Químico con riego de pie

Químico con pozo

Total insumos energéticos* (kcal/ha)

8.320.778

17.335.323

2.622.842

10.220.090

10.105.007

20.046.692

Total extracciones (kcal/ha)

13.791.750

14.136.314

13.053.600

14.037.800

14.172.480

14.122.752

Ïndice energético ***

2’28

0’91

4’98

1’38

1’44

0’72

Energía externa aportada por kg. de producto

312

661’7

104

382

382’4

766’4

Energía renovable

6’9%

2’9%

2’2%

8’5%

0’4%

3’8%

Energía no renovable

93’1%

97’1%

97’8%

91’5%

99’6%

96’2%

Costes económicos (pts/ha y año)

875.446

912.748

910.660

863.709

749.393

974.006

Producción (kgs/ha)

26.625

27.290

25.200

27.100

27.360

27.264

Costes de producción (pts/kg)

33’7

33’9

36’3

32’8

27’4

36’3

* Se contabiliza la energía endosomática de la mano de obra y la energía exosomática de los fertilizantes, fitosanitarios, riego y maquinaria.

** Se distingue entre parcelas con riego de pie (impulsado por gravedad, parte importante de los regadíos tradicionales valencianos) y aquellas en las que se extrae agua de riego del subsuelo (con mucho mayor coste energético, como es lógico).

*** Salidas energéticas divididas por las entradas o insumos. Si este índice es igual a 1 (valor aproximado de un ecosistema natural), lo que se extrae es igual a lo que se aporta. Por debajo de la unidad, el sistema es deficiente energéticamente. Por encima de la unidad, estamos extrayendo más energía de l que aportamos.

Fuente: Josep Roselló-Oltra/ Alfons Domínguez-Gento/ A.V. Gascón: “Comparación del balance energético y de los costes económicos en cítricos y hortícolas valencianas en cultivo ecológico y convencional”. IV Congreso de la Sociedad Española de Agricultura Ecológica, Córdoba, 19 al 23 de septiembre de 2000.

HORTICULTURA CONVENCIONAL (QUÍMICA) Y ECOLÓGICA

EN LA HUERTA VALENCIANA: UNA COMPARACIÓN

 

Patata ecológica

Patata química

Melón ecológico

Melón químico

Tomate e-

col. de invernad.

Tomate químico de invernadero

Total insumos energéticos* (kcal/ha)

2.482.549

9.586.859

1.076.679

6.911.988

5.157.221

15.008.842

Total extracciones (kcal/ha)

16.330.000

16.472.000

9.488.060

12.685.285

13.260.000

20.400.000

Ïndice energético

6’58

1’72

8’81

1’84

2’57

1’36

Energía externa aportada por kg. de producto

108

413

60

289

66

125

Energía renovable

15’3%

3’4%

4%

2’5%

2’9%

1’3%

Energía no renovable

84’7%

96’6%

96%

95’2%

97’1%

98’7%

Costes económicos (pts/ha y año)

825.000

700.182

693.180

653.280

3.400.200

4.288.121

Producción (kgs/ha)

23.000

23.200

17.902

23.935

78.000

120.000

Costes de producción (pts/kg)

35’9

30’2

38’7

27’3

43’6

35’7

Fuente: Josep Roselló-Oltra/ Alfons Domínguez-Gento/ A.V. Gascón: “Comparación del balance energético y de los costes económicos en cítricos y hortícolas valencianas en cultivo ecológico y convencional”. IV Congreso de la Sociedad Española de Agricultura Ecológica, Córdoba, 19 al 23 de septiembre de 2000.

Diversos estudios muestran que, en promedio, los sistemas ecológicos (con mecanización de las labores) requieren un 60% menos de energía fósil por unidad de alimento producido[32], incluso cuando se tiene en cuenta el combustible adicional necesario para el control mecánico de malas hierbas en los cultivos (puesto que no se emplean herbicidas químicos). Una síntesis de numerosos trabajos se presenta en el cuadro siguiente.

REQUERIMIENTOS RELATIVOS DE ENERGÍA FÓSIL

EN SISTEMAS AGRÍCOLAS ECOLÓGICOS Y CONVENCIONALES

(ecológico como % del convencional)

Producción

Total

Trigo

Trigo

Cereales

Todos los cultivos

Todos los cultivos

País

Gran Bretaña

Alemania

Francia

EE.UU.

EE.UU.

EE.UU.

Autores del estudio

Vine y Bateman

Kaffka

Mercier y Crouau

USDA

Klepper y otros

Harwood

Fecha

1981

1984

1976/78

1980

1977

1985

Uso de energía por hectárea

25-100

20

50

42-85

50-90

Uso de energía por unidad de producción

50-100

26

55-60

50-87

40

50-80

Fuente: Nicolas Lampkin, Agricultura ecológica, Mundi-Prensa, Madrid 1998, p. 587.

El contenido en agua y en nutrientes

Hay otra cuestión importante a la hora de las comparaciones entre rendimientos y calidades, que los defensores de la agricultura industrial convencional evitan conscientemente abordar: se trata del diferente contenido en agua y en nutrientes de los cultivos ecológicos y los convencionales. En efecto, está comprobado por numerosos estudios que los mayores rendimientos (por unidad de superficie) de los cultivos convencionales se obtienen merced a una mayor absorción de agua por la planta sometida a fertilización química, sin incremento en valor nutricional[33]. Pero esto desarma en buena medida el argumento productivista de los “mayores rendimientos con agroquímica para paliar el hambre en el mundo”, ya que lo que necesitan los hambrientos son calorías, proteínas, oligoelementos, etc., pero no más agua en los alimentos.

         Por otra parte, numerosas investigaciones muestran que las proteínas tienden a ser de mejor calidad en los productos de agricultura ecológica; y éstos contienen niveles más altos de vitaminas y oligolementos.[34] Así, por ejemplo, una manzana de cultivo ecológico contiene 60 miligramos de ácido ascórbico (la cantidad de vitamina C que necesita una persona al día). Por el contrario, la manzana promedio de la agricultura intensiva convencional aporta 12 miligramos de ácido ascórbico: cinco veces menos. Por tanto, para ingerir el mismo valor de este micronutriente hace falta comer cinco manzanas.[35] A continuación sintetizamos en dos cuadros algunos de los estudios más relevantes.

INFLUENCIA DE LA FERTILIZACIÓN BIOLÓGICA Y MINERAL

EN LA COMPOSICIÓN DE VERDURAS Y HORTALIZAS

COMPONENTES

 

 

 

deseables/ indeseables

PROMEDIO DE VARIACIÓN del producto ecológico respecto al convencional,estudio de Lairon y otros (1981)

PROMEDIO DE VARIACIÓN del producto ecológico respecto al convencional,estudio de Schuphan (1975) ***

Materia seca

 

+26%

+23%

Proteínas

 

+12%

+18%

Aminoácidos esenciales*

 

+38%

+13% **

Vitaminas

 

+28%

Potasio

 

+13%

18%

Hierro

 

+290%

+17%

Fósforo

 

-6%

+13%

Calcio

 

+56%

+10%

Magnesio

 

+49%

 

Sodio

-12%

 

Aminoáci-dos libres

-42%

 

Nitratos

-69%

-93%

* Excluyendo triptófano.    ** Se refiere sólo a la metionina.   *** Producción: un 28% más baja.

Fuentes: El primer estudio es D. Lairon y otros, “Analysis of vegetables produced by orthodox and biological methods”, en Biological Husbandry: A Scientific Approach to Organic Farming, coord. Por B. Stonehouse, Butterworths, Londres 1981. El segundo: W. Schuphan, “Yield maximisation vs. Biological value”, Qual. Plant. 24, 1975, p. 281-310.

VARIACIÓN PORCENTUAL DE CONTENIDO EN MATERIA SECA

Y OLIGOELEMENTOS DE LOS PRODUCTOS ECOLÓGICOS

RESPECTO DE LOS CONVENCIONALES.

Análisis realizados en Madrid, 1990

COMPONENTES

ZANAHORIAS

PATATAS

PUERROS

PIMIENTOS

TOMATES

Materia seca

+18

+15

+85

+16

+4

Magnesio

+9

+10

+30

-13

-2

Hierro

+166

+38

+34

+74

+19

Cobre

+36

+24

+74

+21

+22

Zinc

+21

+27

+27

+9

+35

Fuente: “Sobre la relación calidad-precio de los productos ecológicos”, en José Manuel Naredo (coord.): La agricultura ecológica, Cuadernos del Banco de Crédito Agrícola 3, 1991, p. 46.

Como por otra parte existe un alto nivel de correlación entre el contenido en humedad del material vegetal y su susceptibilidad a plagas y enfermedades (antes de la cosecha) y su rapidez de pudrición (después de la cosecha), es lógico que los vegetales de producción ecológica presenten ventajas en este sentido tanto para el agricultor como para el consumidor. En un estudio de conservación de col china de la huerta valenciana, se vio que el producto ecológico permanecía prácticamente dos meses sin pudrición, mientras que el producto convencional presentaba problemas graves de pudrición a las dos semanas de almacenamiento[36].

Si a todo lo anterior sumamos que los productos ecológicos no contienen residuos de agrotóxicos, y tienen menores contenidos que los convencionales en otros componentes indeseables (como nitratos y aminoácidos libres), la conclusión parece clara: la agricultura ecológica proporciona alimentos con menos agua y más nutrientes, libres en buena medida de componentes perjudiciales para la salud (plaguicidas, nitratos, etc), lo que compensa al menos en parte la posible caída en los rendimientos (que por lo demás debería limitarse a medida que se intensificase la I+D en agricultura ecológica y se generalizasen las buenas prácticas agropecuarias).

Los costes ocultos de la agricultura convencional

En las sociedades “desarrolladas” que practican la agricultura industrial los hogares gastan en alimentación sólo entre el 10 y el 20% del presupuesto familiar; en cambio, en las sociedades tradicionales y en los países que solemos llamar “menos desarrollados” ese porcentaje asciende al 60% o más. Por ejemplo, los consumidores de la UE dedican hoy en promedio el 17% de sus ingresos a la alimentación (mientras que en 1950 ese porcentaje ascendía al 30%)[37]. Otro hecho notable es que en el período 1960-2000, cuando la población mundial se duplicó y al mismo tiempo sus niveles nutricionales mejoraron sensiblemente, los precios de los cereales que constituyen el alimento básico (arroz, trigo y maíz) disminuyeron aproximadamente el 60%.[38] Podría pensarse que el progreso que ha conseguido abaratar tanto los alimentos es incontestable… si los alimentos fueran de verdad tan baratos. Pero ¿estamos echando bien las cuentas?

        Los daños causados por la agricultura química convencional son hoy “externalidades”, costes ocultos que se descargan sobre el resto de la sociedad, las generaciones futuras y los demás seres vivos con quienes compartimos la biosfera. No se puede comparar la agricultura industrial convencional con las agriculturas alternativas sin hacer una estimación de estos costes ocultos, aun a sabiendas de las insuficiencias de los métodos de cuantificación de los daños ambientales y sanitarios.[39]

        Así, por ejemplo, se ha calculado que el impacto ambiental de la agricultura supone para los EE.UU. un coste de al menos 44.000 millones de dólares cada año[40]. Se ha calculado igualmente que un recorte del uso de plaguicidas del 50% no afectaría los rendimientos agrícolas, pero podría hacer que los precios de los alimentos subiesen un 0’6% en EE.UU. Esto costaría a los consumidores mil millones de dólares al año; pero el ahorro en costes ambientales y sanitarios multiplicaría esa cifra por un factor entre dos y cinco.[41]

        En Francia, la Agencia del Agua Adour-Garonne estima que los agricultores pagan sólo el 10% del coste del agua de regadío: es la sociedad la que –vía impuestos—asume las restantes nueve décimas partes.[42]

        En Dinamarca, el sindicato de trabajadores SiD ha realizado un estudio que resumo en la tabla siguiente.

VALORACIÓN GENERAL DE LA ECONOMÍA

DE LA AGRICULTURA INDUSTRIAL CONVENCIONAL DANESA

COMPARADA CON LA AGRICULTURA ECOLÓGICA (coronas/ ha.)

 INGRESOS

Ingresos extra de la actividad agrícola convencional

 

+1.500

GASTOS

Descontaminación de los acuíferos (plaguicidas)

 

-900

Descontaminación de los acuíferos (nitratos)

-793

Biodiversidad

-225

Contaminación marina por nitratos

-592

Valor recreativo

-630

Consumo energético

-675

Salud humana

-1.044

TOTAL

-4.879

NOTA sobre el método de cálculo:

  • Los costes de descontaminación de plaguicidas se estiman por el coste adicional de purificación del agua potable mediante filtros de carbón activo y radiación ultravioleta: 6’9 coronas por metro cúbico de agua.
  • Descontaminación de nitratos mediante ósmosis inversa e intercambio de iones: 6’8 coronas por metro cúbico de agua.
  • La pérdida de biodiversidad se estima según el valor para los cazadores de la población de aves silvestres en el predio (150 coronas/ha. en agricultura convencional, dos veces y media más en agricultura ecológica).
  • La contaminación marina se valora por los costes de descontaminación de los vertidos líquidos al mar (1.481 coronas por hectárea).
  • Daños a la salud humana: la pérdida de capacidad reproductiva se valora en 74.000 coronas, según los baremos de las compañías de seguros. A cada caso de salmonelosis se imputan 800 coronas.

Fuente: The General Workers’ Union in Denmark: For Posterity—For Nature’s Sake—Ecological Farming, Copenhague 1995, p. 19-24.

Como se ve, ¡los costes ocultos de la agricultura convencional danesa son más de tres veces superiores a los ingresos extra que obtienen los agricultores, con una estimación muy conservadora! Pero ¿cómo se puede hablar de racionalidad económica en tales condiciones? Señala la Coordinadora Campesina Europea (CPE) que “los escándalos y las crisis sanitarias demuestran que ya no se puede aceptar comprar los productos alimentarios por debajo de su coste de producción y pagar los daños a través de impuestos, gastos sanitarios o la obligación de consumir agua mineral embotellada.”[43]

Hace poco, un equipo de economistas agrarios intentó cuantificar los costes ocultos de la agricultura industrial moderna en el Reino Unido. Con estimaciones conservadoras, se obtuvo una cifra de más de 2.300 millones de libras anuales. La estimación incluía los costes de descontaminar el agua (retirando agrotóxicos y fertilizantes), los daños causados por la erosión del suelo, y los gastos médicos por intoxicaciones alimentarias y por el mal de las “vacas locas”. No incluía los 4.000 millones de dólares, aproximadamente, que los agricultores ingresaron en forma de subsidios; ni tampoco los más de 3.000 millones de dólares de costes sanitarios a consecuencia de una alimentación inadecuada. Aun así, la cifra equivalía al 90% de lo que los agricultores ganaban cada año. Un asunto de mucho interés es que los autores estiman que las “externalidades” negativas producidas por la agricultura ecológica ascenderían a lo sumo a una tercera parte de las de la agricultura convencional –¡y se verían compensadas por externalidades positivas más elevadas! [44]

         Como muestran estos estudios para EE.UU., Dinamarca o Gran Bretaña, hacer aflorar tales costes ocultos, incluso con estimaciones parciales y conservadoras, cambia por completo el panorama de la falseada economía agraria en que nos complacemos actualmente. El autor principal del estudio británico, Jules N. Pretty, de la Universidad de Essex, señalaba que en su país (como en el resto de la Unión Europea) la población estaba pagando los alimentos tres veces: una vez al comprar los alimentos, otra al pagar los subsidios a los agricultores, y una tercera cuando hay que intentar poner orden en el caos ecológico que generan las prácticas agrícolas contaminantes.

         Cuando esto se reconoce claramente, los cambios pueden ser drásticos. Así, en Alemania, las compañías suministradoras de agua de Munich, Osnabrück y Leipzig pagan a los agricultores de la vecindad por pasarse a la agricultura ecológica: les resulta más barato que impedir que los agroquímicos de las granjas contaminen el agua potable.[45]

LOS COSTES OCULTOS DEL LIBRE COMERCIO AGROPECUARIO

PARA EL SUR

“Ya que el comercio agrícola se basa en tierra, agua y biodiversidad, y la existencia de tierra y agua es limitada, las políticas agrarias orientadas a la exportación desvían la utilización de recursos naturales para producir a bajo costo productos de lujo en los países pobres, para consumidores ricos en los países ricos. Transfiere el control de los recursos de los pequeños campesinos y pescadores a las corporaciones del agronegocio, destruye la base de recursos naturales mediante un uso no sostenible y en el proceso destruye el sustento de los pequeños productores y crea pobreza en lugar de eliminarla.(…)

Tres áreas de exportación que han sido fuertemente impulsadas bajo el nuevo régimen de liberalización del comercio {impulsado por la OMC} han sido la acuicultura, la floricultura y la carne. Según la ideología oficialmente admitida del libre comercio, los beneficios de las exportaciones de gambas cultivadas, de flores y carne {desde los países del Sur}, deberían financiar las importaciones de alimentos, y por ello, compensarían con creces toda escasez causada por destinar parte de la capacidad productiva del cultivo de alimentos a la producción de productos de lujo para el consumo por consumidores ricos en el Norte, en lugar de producir alimentos básicos para el consumo interno.

Sin embargo, no es ni eficiente ni sostenible producir gambas, flores y carne para la exportación en India. En cada uno de estos casos se destruye más capacidad nacional de producción de alimentos debido al desvío de recursos y a la destrucción de ecosistemas, que el alimento que puede ser comprado en los mercados globales mediante las exportaciones. En el caso de las exportaciones de flores, India gastó 1.370 millones de rupias en divisas extranjeras para promover las exportaciones de la floricultura, y ha ganado sólo 320 millones de rupias. India, con los beneficios de exportación provenientes de la floricultura puede comprar sólo un cuarto de los alimentos que podría haber cultivado.

Nuestra seguridad alimentaria ha disminuido por lo tanto en un 75%, y nuestra pérdida en divisas extranjeras aumentó en más de 1.000 millones de rupias. En el caso de las exportaciones de carne, por cada dólar ganado, India está destruyendo quince dólares en funciones ecológicas realizadas por los animales en las granjas para la agricultura sostenible. El ganado en India es la fuente de fertilizantes orgánicos y de energía renovable. Cuando se lo sacrifica para la exportación, esos servicios esenciales provistos gratuitamente por el ganado al campesino son destruidos, y tenemos que importar fertilizantes químicos y combustibles fósiles, aumentando así los gastos en moneda extranjera y llevando a una mayor inestabilidad del clima.

En el caso de un matadero para la exportación, Al-Kabeer, en Andhra Pradesh, el Estado podría haber ahorrado divisas extranjeras por 360 millones de rupias por año del primer lote de animales que debía ser sacrificado. Considerando su promedio de vida restante de 5 años, se habría ahorrado divisas extranjeras por 182.000 millones de rupias. Siguiendo el mismo argumento, si se considera a todos los animales que van a ser sacrificados durante (digamos) 5 años en la operación de Al-Kabeer, con un período de vida promedio de 5 años de su vida natural, se podría ahorrar divisas extranjeras por 910.000 millones de rupias. Esto significa que en comparación con un beneficio proyectado de 200 millones de rupias de Al-Kabeer a través de la producción, el estado podría realmente ahorrar 9.100 millones de rupias en divisa extranjera al no proceder a los sacrificios.

En el caso de las exportaciones de gambas, cada rupia de beneficios de la exportación ha generado más de cinco rupias de destrucción ecológica del agua, de la biodiversidad, de la agricultura y la pesquería. La producción industrial de gambas destruye 200 veces más superficie que la extensión real de los estanques, a través de la salinización del agua subterránea, la contaminación de las aguas costeras, la destrucción de la agricultura y de los manglares. Por cada puesto de trabajo que se crea, se destruyen quince. Se destruye más producción de alimentos mediante la destrucción de la agricultura nacional y de las pesquerías de la que puede ser adquirida con los beneficios de la exportación de gambas de producción industrial. Además, los beneficios de la exportación van a las acaudaladas firmas industriales, y el precio de la destrucción es pagado por los campesinos pobres y los pescadores artesanales.

Por lo tanto, como sociedad, estamos pagando más en inseguridad alimenticia y en destrucción ecológica de lo que ganamos con exportaciones de cosechas de lujo tales como gambas, flores y carne.”[46]

Agricultura industrial frente a sensatez agroecológica

Uno de los mayores expertos mundiales en agricultura y ecología, el estadounidense David Pimentel, ofrece en uno de sus estudios la comparación detallada entre dos sistemas de producción de maíz: el procedimiento convencional (agricultura intensiva de altos insumos químicos) frente a un sistema más equilibrado con plantación en caballones, rotación de cultivos (maíz/ soja/ alfalfa o arveja) y buenas prácticas agroecológicas (la rotación reduce las plagas y enfermedades, la fertilización orgánica mejora la estructura del suelo, el cultivo invernal de alfalfa o arveja como abono verde nutre el suelo y lo protege de la erosión). En este segundo sistema, todos los aportes de nitrógeno procedían de fuentes orgánicas (estiércoles, abono verde, leguminosas); se añadieron pequeñas cantidades de fósforo y potasio inorgánicos. Los resultados principales se resumen en el cuadro siguiente.

DOS FORMAS DE CULTIVAR MAÍZ (unidades por hectárea)

 

SISTEMA CONVENCIONAL

PLANTACIÓN EN CABALLONES Y ROTACIÓN DE CULTIVOS

Horas de trabajo

10

12

Litros de combustible

115

70

Kgs. de insecticida

1’5

0

Kgs. de herbicida

2

0

Pérdidas de cosecha por insectos

12%

3’5%

Pérdidas de suelo fértil (t/ ha)

20

<1 *

Rendimiento (kgs./ha)**

7.500

8.100

Insumos energéticos totales (miles de kcal.)

6.910 ***

3.712

Ratio energética (output/ input)

3’84

7’86

Costes de producción**** ($)

523

337

NOTAS:

* Esta tasa de erosión está por debajo de la tasa de formación natural de suelo en la mayoría de los agroecosistemas, luego es sostenible.

**Los rendimientos promedio en 1945, antes de la gran intensificación agrícola, eran de1900 kg. por hectárea y año.

*** Aumentaría a 11 millones de kcal. si se incluyese el insumo energético promedio asociado con el agua de riego.

**** No se incluye el coste del agua de riego.

Fuente: David Pimentel: “Environmental and economic benefits of sustainable agriculture”, en Jörg Köhn y otros (eds.): Sustainabilty in Question, Edward Elgar Publishing Ltd., Cheltenham 1999, p. 159-164.

Por otra parte, en el mismo trabajo Pimentel estimó también –de manera muy conservadora—los costes ambientales anuales de la producción convencional de maíz, obteniendo las siguientes cifras:

DAÑO

COSTE (en dólares por hectárea)

Pérdida de nutrientes en el suelo

113

Pérdidas de agua a causa de la erosión

50

Contaminación por purines y estiércoles

5

Impacto de los sedimentos aguas abajo

37’5

Impacto de los plaguicidas

50

TOTAL

280’5

Si añadimos estos “costes ocultos” a los costes de producción de 523 $/ha, obtenemos una cifra de 804 dólares por hectárea y año (¡sin incluir el precio del agua de riego!), frente a los 337 dólares del sistema ecológicamente más sensato. Hacer las cosas agroecológicamente bien, en este caso, significa menos de la mitad de los costes monetarios, numerosos beneficios ambientales incuantificables pero no por ello menos reales, y por añadidura más empleo y un 8% más de cosecha.

¿Biotecnologías para paliar el hambre en el mundo?

En este contexto, vale la pena volver a plantear la pregunta sobre el posible aporte de una agricultura transgénica a la alimentación mundial (y en particular el problema del hambre).

        Los hambrientos del mundo no han logrado aproximarse a la fórmula industrial estándar para elevar la producción de alimentos: campos genéticamente uniformes con apoyo de cócteles agroquímicos. Para ellos era demasiado costoso, o inadecuado para las condiciones locales, o carecían de tierras, o de acceso al crédito, o de salida a los mercados, o de sistemas de almacenamiento y transporte adecuados… “Se estima que casi 1.800 millones de personas en los países en vías de desarrollo viven en bosques, en regiones áridas, vertientes de colinas muy empinadas u otros tipos de terreno que no se ajustan al patrón moderno de producción de alimentos. Estas zonas ‘marginales’ o ‘menos favorecidas’ –el Sahel de África, las colinas de los Andes o los bosques tropicales de Indonesia—albergan ahora la mayor parte de los pobres rurales y hambrientos del mundo”.[47] ¿Serían las nuevas biotecnologías agropecuarias basadas en la ingeniería genética la solución?

        Sólo si el potencial genético de los cultivos fuese el principal factor limitante para estos agricultores pobres, lo que no es el caso. Y sólo si se tratase de tecnologías de acceso fácil para los hambrientos y desposeídos, lo que tampoco es el caso. Apenas hace falta insistir en lo segundo: se trata de tecnologías controladas oligopólicamente por empresas transnacionales que las han desarrollado para ganar dinero, y que blindan su acceso mediante tupidas alambradas de patentes[48].

        En cuanto a lo primero, como insiste el agrónomo Ronald Bunch, quien ha trabajado durante décadas con campesinos africanos, aasiáticos y latinoamericanos, “en todo el mundo, los agricultores pobres rara vez están limitados por el potencial genético de un cultivo”[49]. Una determinada variedad de maíz puede producir cinco toneladas por hectárea bajo condiciones ideales, pero plantada en suelos agotados y sometida a sequía apenas producirá una tonelada. Las condiciones ecológicas y agronómicas –como fertilidad y disponibilidad de agua— por una parte, y las condiciones sociales por otra –como acceso al crédito y a los mercados– son los factores limitantes para los agricultores pobres.

“Los grandes beneficios para estos agricultores vendrían de las ventajas de los servicios biológicos ‘gratuitos’, como las plantas que fijan el nitrógeno, como fríjoles y trébol, las habilidades cíclicas de los microbios del suelo e insectos beneficiosos para aportar nutrientes, una aproximación que se conoce como agroecología. En muchos casos, ésta es la aproximación más sofisticada hacia la agricultura porque depende de una comprensión de las interacciones ecológicas del terreno de cultivo. El mejor uso de los recursos y conocimientos locales sustituye a las sustancias químicas y la tecnología. En lugar de un paquete de medidas igual en todas partes, la aproximación agroecológica depende de unos principios cuya aplicación específica varía según el lugar.”[50]

Cuando se pregunta directamente a los países del Sur lo que quieren, la respuesta no es en absoluto ingeniería genética: “Necesitamos carreteras en condiciones para llevar los alimentos aquí producidos a los mercados. Necesitamos conservar los alimentos y disponer de los medios necesarios para procesarlos, así como los lugares donde poder almacenar los excedentes de las cosechas para las épocas de vacas flacas”, razona el científico etíope Tewolde Egziabher[51], director de la Agencia de Protección Medioambiental etíope y portavoz del Grupo Africano en las negociaciones sobre bioseguridad que finalmente desembocaron en la aprobación del Protocolo internacional de Cartagena/ Montreal. Egziabher prosigue:

“Las grandes compañías (…) quieren ofrecer a los agricultores variedades resistentes a plaguicidas específicos, con el único objeto de hacerles dependientes de estos productos. La industria de las ‘ciencias de la vida’ tiene además una segunda meta: obtener el control de las semillas y las reservas genéticas de los países en desarrollo. La estrategia es siempre la misma: suministran semillas de forma gratuita hasta que los agricultores han agotado sus propios recursos o ya no los pueden utilizar, y es en ese momento cuando empiezan a cobrar por las semillas. (…) Treinta compañías diferentes son dueñas de patentes del famoso ‘arroz dorado’. Hasta el momento ninguna de ellas cobra las semillas. Pero una vez que tengan a los agricultores en sus manos, comenzarán a cobrar por ellas. Las compañías agrícolas están utilizando las patentes para hacernos dependientes de sus semillas. No se podría imaginar una forma de colonialismo más efectiva…”

Agricultura ecológica para alimentar a diez mil millones de personas

Para concluir este capítulo, volvamos a plantear la pregunta con que lo iniciábamos: ¿puede concebirse una agricultura ecológica a nivel mundial lo suficientemente productiva como para alimentar adecuadamente a la población? La respuesta es que sí, sin duda, en términos globales. Podemos mostrarlo de la mano del sociólogo Robin Jenkins y el ingeniero agrónomo José Luis Porcuna[52], para recurrir finalmente a un importante estudio de la FAO.

        La población del planeta, según las previsiones de los demógrafos, se estabilizará en algún momento del siglo XXI en menos de 10.000 millones de habitantes. Sabemos por otra parte, según los estudios de nutricionistas y bromatólogos, que las necesidades anuales de alimento para un adulto promedio varían entre medio millón y un millon de kilocalorías (Kcal). Si tenemos en cuenta que las necesidades de ancianos y niños son menores, se puede convenir en una necesidad de 750.000 Kcal x 10.000.000.000 habitantes. Esto es, 7.500 billones de Kcal por año.[53]

        Bien, supongamos que en promedio un kilogramo de alimento proporciona 3.000 Kcal[54]. La oportuna división arroja entonces la cifra de 2.300 millones de toneladas anuales de alimentos, para nutrir a nuestra humanidad de 10.000 millones de seres humanos. Dado que contamos con unos 1.300 millones de hectáreas de cultivos, será necesario producir en promedio 1’7 toneladas de alimento por hectárea. ¿Resulta posible? Sabemos que la agricultura ecológica, incluso en las condiciones actuales de relativa desatención y subdesarrollo, puede producir esas 1’7 tn/ha prácticamente para todos los tipos de productos incluyendo los cereales, que constituyen la alimentación básica de la humanidad[55]. (Y hemos ignorado en nuestros cálculos que existen también unos 3.000 millones de hectáreas de pastos que pueden emplearse en la alimentación animal para el aprovechamiento de la carne y otros productos animales…) Porcuna concluye:

“También podemos hacer los cálculos de otra manera, para asegurarnos de que hemos utilizado parámetros y valores medios aproximadamente reales. Así, podemos dividir la superficie total de cultivo de la Tierra entre los 10.000 millones de habitantes y obtenemos que a cada habitante le corresponde una superficie agrícola de 0’13 has. y 0’3 has. de pastos, es decir1.300 m2de tierra de cultivo y3.000 m2de superficie de pastos. Cualquier agricultor sabe que esta superficie es más que suficiente para alimentar a una persona y en muchos casos, con agricultura más intensiva, basta incluso para una familia.”

El informe de la FAO Agricultura mundial: hacia los años 2015/ 2030. Informe resumido (FAO 2002; puede consultarse la versión electrónica en www.fao.org/docrep) presenta la última evaluación de la FAO acerca del desarrollo a largo plazo de la alimentación, la nutrición y la agricultura, en la línea de las que se realizaron en 1995, 1988, 1981 y 1970. Las previsiones abarcan 140 países y 32 productos básicos tanto ganaderos como procedentes de la agricultura. Hay allí dos pasos que resultan de especial interés para la cuestión que nos ha ocupado en este capítulo.

        El primero se refiere a la agricultura de no-labranza o agricultura de conservación, en la que los cultivos se plantan directamente a través de la cubierta del suelo, sin arar la tierra. Con ello se mantiene mejor la estructura del suelo y la ecología edáfica, mientras que el mantenimiento de una cubierta permanente de material orgánico protege al suelo contra la erosión y la compactación. Aunque multinacionales como Monsanto intentan imponer una versión de la agricultura de conservación con elevado uso de herbicidas químicos de síntesis, esto no tiene por qué ser forzosamente así: la rotación de cultivos permite evitar la acumulación de plagas y enfermedades y optimizar el uso de nutrientes. Pues bien, se ha comprobado que la agricultura de conservación permite aumentar el rendimiento de los cultivos entre un 20 y un 50%. Los rendimientos son más estables, mejora la resistencia contra la sequía, y disminuyen los costos de mano de obra y combustible (aunque, eso sí, la gestión es más compleja).[56]

        La segunda observación de la FAO que nos atañe aquí se refiere directamente a la agricultura ecológica. En el mismo informe, se observa que los rendimientos de ésta pueden ser inferiores entre un 10 y un 30% comparados con la agricultura convencional de los países altamente industrializados; pero “en los países en desarrollo, sistemas orgánicos bien diseñados pueden proporcionar mejores rendimientos, beneficios y rentabilidad por la mano de obra que los sistemas tradicionales. En Madagascar, centenares de agricultores han descubierto que pueden multiplicar por cuatro sus rendimientos del arroz, llegando hasta 8 ton./ha., utilizando procedimientos mejorados de gestión orgánica. Experiencias de producción orgánica en zonas de bajo potencial como el norte de Potosí (Bolivia), Wardha (India) y Kitale (Kenya) han mostrado que loss rendimientos se pueden duplicar o triplicar respecto a los obtenidos utilizando procedimientos tradicionales”[57]. Esta observación diferenciada respecto al Norte y al Sur tiene una importancia extraordinaria. Porque Europa, pongamos por caso, no necesita aumentar rendimientos, sino precisamente desintensificar (aun a costa de una pequeña caída de los rendimientos); mientras que en los países del Sur los necesarios aumentos de rendimientos pueden conseguirse con agricultura ecológica. El mismo informe de la FAO señala textualmente que “la agricultura orgánica se puede convertir en una alternativa realista a la agricultura tradicional a lo largo de los próximos treinta años”.

        Todo lo cual nos lleva a la conclusión de que es perfectamente viable alimentar a la población humana presente y futura mediante una agricultura que cuide la tierra y cuide la Tierra, practicada con criterios agroecológicos.

 

ANEJO: OTROS ESTUDIOS

SOBRE RENDIMIENTOS DE LA AGRICULTURA

PRACTICADA CON CRITERIOS AGROECOLÓGICOS

1. En un importante estudio de síntesis realizado por los investigadores Jules Pretty y Rachel Hine, se investigaron más de doscientos proyectos que funcionaban con criterios agroecológicos en 52 países del Sur. Se vio que para todos los proyectos –-nueve millones de granjas, con casi treinta millones de hectáreas cultivadas— la producción aumentó en promedio un 93%, y en algunos casos bastante más. En la mayoría de los proyectos se lograron tales resultados en condiciones adversas y en zonas marginales donde todo lo demás había fracasado.[58]

2. Evaluando los resultados de 7 universidades entre las más grandes de EE.UU. (California, Iowa, Pensilvania, Michigan, South Dakota, Nebraska y Wisconsin), y de otros centros investigadores como el Rodale Research Center de Pensilvania y el Michael Fields Centre de Wisconsin, que habían experimentado en los últimos diez años con maíz, soja, trigo y tomates cultivados orgánica y convencionalmente bajo condiciones experimentales controladas, se llegó a las siguientes conclusiones[59]:

  • Maíz: en las 69 temporadas de producción, comparando los cultivos de altos insumos y los cultivados orgánicamente, el rendimiento de los productos orgánicos fue de un 94% del rendimiento convencional;
  • Soja: datos provenientes de 5 estados obtenidos en 55 temporadas muestran que el rendimiento orgánico fue de un 94% de la producción convencional;
  • Trigo: dos instituciones con 16 años de experimentación mostraron que la producción orgánica alcanzaba el 97% de la convencional;
  • Tomates: en la Universidad de California se obtuvo en 14 años de experimentación que no habían diferencias de rendimientos entre la agricultura orgánica y la convencional.

En resumen, en 154 temporadas de experimentación de diferentes cultivos, llevados a cabo en diferentes partes bajo sistemas de riego y de secano, los rendimientos de la agricultura orgánica (ecológica) representaron un 95% de los de la agricultura convencional.

3. En una síntesis de diversos trabajos Miguel Ángel Altieri, uno de los mayores expertos mundiales sobre agroecología, indica que en agricultura ecológica los rendimientos por unidad de área de cultivo pueden ser un 5-10% menores que en cultivo convencional, pero son mayores los rendimientos relacionados con otros factores (por unidad de energía, de agua, de suelo perdido, etc.). Los policultivos superan el rendimiento de los monocultivos; la variabilidad de los rendimientos en agricultura ecológica es menor, con lo que hay menor riesgo de fracaso productivo; las variedades nativas o tradicionales son más adaptadas y eficientes en el uso de recursos escasos que las variedades mejoradas industrialmente; y las rotaciones incrementan y estabilizan los rendimientos a largo plazo.[60]

4. Otro trabajo de síntesis revisó los estudios realizados en los dos últimos decenios del siglo XX sobre la rentabilidad de las prácticas de agricultura sostenible en EE.UU., llegando a la conclusión de que “la agricultura sostenible es, en promedio, más rentable que la convencional. A través de una combinación de factores que incluyen costes más bajos, rendimientos superiores y, en algunos casos, precios más altos por la calidad superior, los granjeros que usan una o más prácticas sostenibles (tal y como fueron definidas por la Academia Nacional de Ciencias) cosechan mayores beneficios en el mercado que aquellos que se basan sólo en prácticas convencionales”.[61]

5. En el valle de Colca, en el sur de Perú, el Programa de Acondicionamiento Territorial y Vivienda Rural (PRAVTIR) patrocina la reconstrucción de terrazas ofreciendo préstamos de bajo interés a los campesinos, o semillas y otros insumos para restituir las amplias superficies abandonadas (de hasta 30 hectáreas). El sistema de terrazas minimiza el riesgo en épocas de helada y/o sequía, reduce la pérdida de suelos, amplía el abanico de opciones de cultivo (debido al microclima y la tecnología hidráulica propia de este tipo de agricultura), y aumenta la productividad. Los resultados obtenidos el primer año mostraron que hubo un incremento de 43 a65% en la cosecha de papas, maíz y cebada, respecto de lo producido en tierras en pendiente. La legumbre nativa Lupinus mutabilis se utiliza como cultivo rotativo o asociado en las terrazas porque fija el nitrógeno, haciéndolo disponible para las demás hortalizas, lo cual hace que disminuya la necesidad de utilizar fertilizantes y aumenta el rendimiento. Si bien las cosechas son mayores en las tierras preparadas a máquina y abonadas con productos químicos, el costo energético es mayor y el beneficio económico neto no es mucho más alto que con el sistema agroecológico. Los estudios indican que los agricultores prefieren este sistema alternativo porque optimiza el uso de los recursos, la mano de obra y el capital, que escasean, y por lo tanto es accesible incluso para los productores más pobres.[62]

6. Uno de los mayores expertos mundiales en biofumigación, el investigador Antonio Bello (CSIC), reseña los siguientes rendimientos en cultivos de pepino en Madrid donde se han empleado diversos métodos de lucha contra los patógenos: cultivo de control, sin tratamiento, 1.741 kgs./ha.; 1.991 kgs. en cultivos tratados con bromuro de metilo, y 1.928 empleando metamsodio (dos agrotóxicos desaconsejables); y 2.018 kgs. empleando biofumigación (un método ecológico), con un coste que representa sólo una fracción del de los agrotóxicos.

7. Otros estudios resumidos en R.D. Hodges (del Wye College, Universidad de Londres), “Los argumentos de la agricultura biológica”, Agricultura y sociedad 26, Madrid 1983, p. 25-30.


[1] John P. Reaganold/ Jerry D: Glover/ Preston K. Andrews/ Herbert R. Hinman: “Sustainability of three apple production systems”, Nature vol. 410, p. 926-930 (19 de abril de 2001).

[2] Francisco García Olmedo, en un contexto polémico a favor de una “nueva revolución verde” basada en la ingeniería genética, escribe que “los rendimientos de este tipo de agricultura [ecológica] tienden a ser sólo un 60-85% de los que se obtienen por métodos convencionales, por lo que se requieren subsidios o sobreprecios del 10-100% para su viabilidad económica” (La tercera revolución verde, Debate, Madrid 1998, p. 126). El sindicato danés SiD, que favorece la transición a la agricultura ecológica, da una cifra promedio del 35% menos de rendimiento tras la conversión a la producción ecológica, aunque adviertiendo que los rendimientos aumentarán después (The General Workers’ Union in Denmark: For Posterity—For Nature’s Sake—Ecological Farming, Copenhague 1995, p. 34).

[3] Agricultura sostenible, coordinado por Rafael M. Jiménez Díaz y Jaime Lamo de Espinosa, Mundi-Prensa, Madrid 1998, 604.

[4]  Daniel Ramón, Fernando González Candelas y José Pío Beltrán: “Aliments transgènics: arguments per al debat a fons”. El Temps Ambiental 48 (febrero 2000), p. 19.

[5] Nicolas Lampkin, Agricultura ecológica, Mundi-Prensa, Madrid 1998, p. 497.

[6] Por ejemplo, el consejero especial del Director General de la UNESCO Albert Sasson: “Desde hace más de una generación, la casi totalidad del crecimiento de la producción cerealera en Surasia se debe al progreso técnico. El incremento de la superficie cultivable tan sólo ha desempeñado un papel marginal en los resultados obtenidos.” En su artículo “La cuestión alimentaria: necesidades y posibilidades”, en María Novo (coord.), Los desafíos ambientales, Universitas, Madrid 1999, p. 143.

[7] Joaquín Araujo, La muerte silenciosa, Temas de Hoy, Madrid 1990, p. 64.

[8] R.D. Hodges, “Los argumentos de la agricultura biológica”, Agricultura y sociedad 26, Madrid 1983, p. 44.

[9] Un análisis muy documentado del “estado de la cuestión” de los rendimientos, escrito hace un cuarto de siglo, se hallará en R.D. Hodges (del Wye College, Universidad de Londres), “Los argumentos de la agricultura biológica”, Agricultura y sociedad 26, Madrid 1983, p. 19-48.

[10] Pueden verse otros ejemplos y estudios de caso en Lampkin, p. 496 y ss.

[11] Commissie Onderzoek Biologische Landbouwmethoden, Alternatieve Landbouw (Agricultura alternativa), Interimrapport, noviembre de 1973, Centrum voor lanbouwpublikaties en landbouwdocumentatie, Wageningen (Holanda).

[12] J. Dessau y Y. Le Pape: L’agriculture biologique. Critique technologique et système social, Institut de Recherche et de Planification, Université des Sciences Sociales de Grenoble, Grenoble 1975.

[13]  National Research Council: Alternative Agriculture, National Academy Press, Washington D.C. 1989. Puede verse un comentario en Maureen B. Fant: “Alternativa consagrada. La agricultura orgánica recibe la bendición de la ciencia estadounidense”, Ceres (revista de la FAO) 125, septiembre-octubre de 1990. A este estudio de 1989 le precedió otro informe estadounidense a gran escala: Report and Recommendations on Organic Farming, de 1980. Puede verse un resumen del mismo en Agricultura y sociedad 26, Madrid 1983, p. 159-165.

[14]  David Tilman: “The greening of the Green Revolution”, Nature, vol. 396, 19.11.98, p. 211-212. L.E. Dirnkwater, P. Wagoner y M. Sarrantonio: “Legume-based cropping systems have reduced carbon and nitrogen losses”, Nature, vol. 396, 19.11.98, p. 262-265.

[15] France Bequette: “¿Es posible dar de comer a la humanidad sin química?” El Correo de la UNESCO, abril de 1993, p. 27.

[16]  Josep Roselló-Oltra/ Alfons Domínguez-Gento/ A.V. Gascón: “Comparación del balance energético y de los costes económicos en cítricos y hortícolas valencianas en cultivo ecológico y convencional”. IV Congreso de la Sociedad Española de Agricultura Ecológica, Córdoba, 19 al 23 de septiembre de 2000.

[17] José Luis Porcuna/ C. Ocón/ L. Cocina/ C. Monzó/ M.J. Sanz/ A. García/ V. Martí: “Estudio de costes y rentabilidad de la producción de hortalizas ecológicas en la huerta de Valencia”, tesis doctoral en curso, resultados parciales presentados en el IV Congreso de la Sociedad Española de Agricultura Ecológica, Córdoba, 19 al 23 de septiembre de 2000.

[18] Erik van der Werf, “Agronomic and economic potential of sustainable agriculture in South India”, American Journal of Alternative Agriculture vol. 8 nº 4 (1993), p. 185-191.

[19] Miguel A. Altieri/ Peter Rosset/ Lori Ann Trupp: “Agroecología para combatir el hambre en el Sur”. Revista del Sur, julio-agosto de 2000.

[20] Altieri/ Rosset/ Trupp: “Agroecología para combatir el hambre en el Sur”, op. cit.

[21] Altieri/ Rosset/ Trupp: “Agroecología para combatir el hambre en el Sur”, op. cit.

[22] Frances Moore Lappé, Joseph Collins y Peter Rosset: World Hunger: Twelve Myths. Grove Press, Nueva York 1998 (segunda edición actualizada), p. 81-82. Food Magazine: “Cuba: un banco de pruebas orgánico”, Biodiversidad, enero de 2001, p. 31-32. Véase también el informe del CITMA (Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente de Cuba) para la VIII Sesión de la Comisión de Desarrollo Sostenible de NN.UU., Nueva York, abril de 2000.

[23] CIPRES: «La producción orgánica de ajonjolí y soya en las empresas de UNAPA». Cuadernos del CIPRES/20. Managua 1995.

[24] Peter Rosset: “The multiple functions and benefits of small farm agriculture in the context of global trade negotiations”. Food First Policy Brief 4, Institute for Food and Development Policy, Oakland (California) 1999. Puede consultarse en la muy interesante página web de FOOD FIRST, una de las ONG estadounidenses más activas en cuestiones de alimentación y solidaridad Norte-Sur: www.foodfirst.org.

[25] Brian Halweil, “¿Dónde han ido a parar los agricultores?”, Worldwatch 12 (edición española), Madrid 2000, p. 22.

[26] Vandana Shiva: “Globalización y pobreza”, en Joaquín Arriola (comp.), Globalización y sindicalismo. Vol. 1: Perspectivas de la globalización, Germania, Alzira (Valencia) 2001, p. 85.

[27] Shiva, op. cit., p. 86.

[28] Wolfgang Sachs (coord.), Equidad en un mundo frágil. Memorándum para la cumbre mundial sobre desarrollo sustentable, Fundación Heinrich Böll, Berlín 2002, p. 28.

[29] Sachs (coord.), Equidad en un mundo frágil. Memorándum para la cumbre mundial sobre desarrollo sustentable, op. cit., p. 29.

[30] Ramón Meco y C. Lacasta: “Costes energéticos y económicos de agrosistemas de cereales considerando manejos convencionales y ecológicos”. IV Congreso de la Sociedad Española de Agricultura Ecológica, Córdoba, 19 al 23 de septiembre de 2000.

[31] Josep Roselló-Oltra/ Alfons Domínguez-Gento/ A.V. Gascón: “Comparación del balance energético y de los costes económicos en cítricos y hortícolas valencianas en cultivo ecológico y convencional”. IV Congreso de la Sociedad Española de Agricultura Ecológica, Córdoba, 19 al 23 de septiembre de 2000.

[32] Nicolas Lampkin, Agricultura ecológica, Mundi-Prensa, Madrid 1998, p. 586.

[33] Contribución de R.D. Hodges (capítulo 26) en Biological Husbandry: A Scientific Approach to Organic Farming, coord. Por B. Stonehouse, Butterworths, Londres 1981, p. 287. Del mismo autor, “Los argumentos de la agricultura biológica”, Agricultura y sociedad 26, Madrid 1983, p. 31-32. D. Knorr, “Quality of ecologically grown food”, Lebensmittel-Wissenschaft und Technologie 12, 1979, p. 350-356. Nicolas Lampkin, “La calidad de los alimentos producidos ecológicamente”, en su libro Agricultura ecológica, Mundi-Prensa, Madrid 1998, p. 560-576.

[34]  Veáse R.D. Hodges, “Los argumentos de la agricultura biológica”, Agricultura y sociedad 26, Madrid 1983, p. 32-38. También Hartmut Vogtmann, “La calidad de los productos agrícolas provenientes de distintos sistemas de cultivo”, Agricultura y sociedad 26, Madrid 1983, p. 69-105. Se aportan numerosas referencias en el estudio “Sobre la relación calidad-precio de los productos ecológicos”, en José Manuel Naredo (coord.): La agricultura ecológica, Cuadernos del Banco de Crédito Agrícola 3, 1991, p. 41-49. Entre ellas: C. Aubert, L’agriculture biologique, Le Courrier du Livre, París 1970; G. Leach, Energy and Food Production, Science and Technology, IPC Press Limited, Guildford, Surrey 1976, etc.

[35] Cristina Narbona: Agricultura y medio ambiente, Galaxia Gutenberg/ Círculo de Lectores, Barcelona 2000, p. 19.

[36] M.D.Raigón/ A. Domínguez-Gento/ E. Vidal/ J.M. Carot-Sierra: “Estudio de conservación de la col china (Brassica pekinensis) cultivada ecológicamente”. IV Congreso de la Sociedad Española de Agricultura Ecológica, Córdoba, 19 al 23 de septiembre de 2000.

[37] Risto Volanen (secretario general de COPA y COGECA): “Economía, ecología y agricultura”, en AA.VV. Globalización y agricultura. Monografía dentro del anuariode UPA Agricultura familiar en España 2001, Fundación de Estudios Rurales, Madrid 2001, p. 15. Pero de este dinero –unos 750.000 millones de euros al año–, sólo unos 210.000 millones se destinan a la agricultura (completados con unos 33.000 millones procedentes de los presupuestos de la UE). Una vez los agricultores y ganaderos han pagado sus costes –unos 180.000 millones de euros–, a los 7 millones de explotaciones europeas les queda una renta de unos 70.000 millones de euros al año, es decir, el 9% de lo que han pagado los consumidores-ciudadanos por su alimentación. Las cifras son también de Risto Volanen.

[38] FAO, Agricultura mundial: hacia los años 2015/ 2030. Informe resumido. FAO 2002.

[39] Véase al respecto Jorge Riechmann, “¿Sabemos sumar dos y dos? Las propuestas de reforma ecológica de la contabilidad nacional”, cap. II.5 de Francisco Fernández Buey y Riechmann, Ni tribunos. Ideas y materiales para un programa ecosocialista, Siglo XXI, Madrid 1996. Con más detenimiento en Óscar Carpintero, Entre la economía y la naturaleza, Los Libros de la Catarata, Madrid 1999.

[40] David Pimentel y otros: “Environmental and economic costs of soil erosion and conservation benefits”. Science 267 (1995), p. 1117-1123.

[41] David Pimentel y otros: “Environmental and economic impacts of reducing pesticide use”. En Pimentel (ed.): Handbook of Pest Management in Agriculture, CRC Press, Boca Ratón 1991, p. 679-718. También G. Tyler Miller: Ecología y medio ambiente, Grupo Editorial Iberoamérica, México 1994, p. 705.

[42] José Bové/ François Dufour: El mundo no es una mercancía. Los agricultores contra la comida-basura, Icaria, Barcelona 2001, p. 96.

[43] Comunicado de prensa de la CPE del 16 de marzo de 2001, con el lanzamiento de la campaña europea “Cambiemos la PAC”. La página web de CPE es www.cpefarmers.org

[44] J.N. Pretty y otros, “An assessment of the total external costs of UK agriculture”, Agricultural Systems, agosto de 2000, p. 113-136. Un resumen en Jules Pretty, “The real costs of modern farming”, Resurgence 205, marzo-abril de 2001.

[45] Brian Halweil: “Una agricultura en interés de todos”, en Christopher Flavin y otros, La situación del mundo 2002, Icaria, Barcelona 2002, p. 135.

[46] Vandana Shiva, “Exportación a toda costa”, difundido en internet a través de Rebelión el 17 de junio de 2002.

[47] Brian Halweil: “Una agricultura en interés de todos”, en Christopher Flavin y otros, La situación del mundo 2002, Icaria, Barcelona 2002, p. 113.

[48] Vease Jorge Riechmann: Qué son los alimentos transgénicos. Integral/ RBA, Barcelona 2002, p. 51-58.

[49] Citado por Halweil, loc. cit.

[50] Halweil, op. cit., p. 115.

[51] Entrevista reproducida en Greenpeace España, Recetas contra el hambre. Historias de éxito para el futuro de la agricultura, Madrid, septiembre 2001, p. 14.

[52] Cálculos basados en “La alternativa agroecológica”, ponencia de José Luis Porcuna en el curso de verano de la Universidad Complutense de Madrid ”Riesgo tóxico”, El Escorial, 30 de julio al 3 de agosto de 2001. En cuanto a Jenkins, véase “Alimentos sin agroquímicos para 10.000 millones de seres humanos en el año 2020”, Boletín Vida Sana, octubre de 1997.

[53] Para que la nutrición fuese equilibrada la dieta individual debería contener en promedio un 11% de proteínas, un 25% de grasas y un 64% de hidratos de carbono, además de las cantidades adecuadas de fibra, vitaminas, oligoelementos, etc.; pero podemos de momento ignorar esta cuestión cualitativa.

[54] Los cereales proporcionan 3.300 Kcal. por kilogramo.

[55] Hoy, los rendimientos medios mundiales son de 2’3 ton/ ha., en el caso de los cereales.

[56] FAO: Agricultura mundial: hacia los años 2015/ 2030. Informe resumido (FAO 2002), capítulo “El papel de la tecnología”.

[57] FAO: Agricultura mundial: hacia los años 2015/ 2030, op. cit.

[58] Jules Pretty y Rachel Hine, Reducing Food Poverty with Sustainable Agriculture: A Summary of New Evidence, resumen ejecutivo, SAFE-World Research Project, Universidad de Essex, Colchester, febrero de 2001. Una síntesis de este importante estudio puede consultarse en castellano: Greenpeace España, Recetas contra el hambre. Historias de éxito para el futuro de la agricultura, Madrid, septiembre 2001. (Puede solicitarse al tel. 91441400, o bien enviando un correo-e a informacion@greenpeace.es).

[59] Artículo de Alec McErlich aparecido en el boletín 10/ 2001 de la Organic Farming Research Foundation de Estados Unidos. Datos recogidos luego en el boletín 4 de CEDECO (Corporación Educativa para el Desarrollo Costerricense), octubre de 2001.

[60] Miguel Ángel Altieri, “El ‘estado del arte’ de la agroecología y su contribución al desarrollo rural en América Latina”, en Alfredo Cadenas Marín (ed.), Agricultura y desarrollo sostenible, Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, Madrid 1995, p. 191.

[61] Kristen Corselius/ Suzanne Wisniewski/ Mark Ritchie: Sustainable agriculture: Making money, making sense. Twenty years of research and results. IATP (The Institute for Agriculture and Trade Policy), marzo de 2001. (El texto completo se puede descargar en www.iatp.org).

[62] Altieri/ Rosset/ Trupp: “Agroecología para combatir el hambre en el Sur”,  Revista del Sur, julio-agosto de 2000.