Si una hipótesis paleoantropológica interesante resulta atinada, la domesticación de los lobos es la causa de que nosotros –y no, por ejemplo, Homo sapiens neanderthalensis en nuestro lugar— estemos aquí. Se conjetura que fue la alianza entre los cromañones y los primeros perros la que proporcionó una ventaja decisiva a nuestra especie, más o menos al mismo tiempo en que comenzaba nuestro despegue cultural (hace unos cuarenta mil años). Basta evocar estas circunstancias para darnos cuenta sel significado siniestro que tiene la matanza de los lobos como alimañas, en tantas zonas de nuestro país. No se trata sólo de naturaleza silvestre y ecosistemas sanos (ah, releamos a Aldo y ese su breve ensayo “Pensar como una montaña”)[1]: se trata de un necio atentado contra nuestros aliados primordiales –y por esa vía es también un acto de autoagresión.
[1]Aldo Leopold, Una ética de la tierra (edición de Jorge Riechmann), Catarata, Madrid 2000, p. 117-120.