Sábana o mortaja
por Santiago Porras Carrasco/Médico Inspector del Servicio Público de Salud
Hace años un alto representante de la sanidad privada proponía como criterio de calidad hospitalaria medir la blancura de las sábanas. Así interpretaba la complejidad de la higiene de un centro sanitario con ese esquema simple y codicioso, donde lo que importa es la imagen y los beneficios rápidos.
De la misma forma que, más recientemente, la anterior presidenta de la Comunidad de Madrid presentaba orgullosa sus nuevos hospitales en función de los metros construidos.
La reforma sanitaria de Mato (ley 16/2013) nos vende auténticas mortajas como sábanas de hospital “cinco jotas”. En algún centro sanitario público ya han aparecido sábanas con el logo de Capio. La mortaja también es sábana, pero sábana en la que se envuelve el cadáver.
El lenguaje no es neutral. Durante los últimos años se ha estado hablando muy pacíficamente de la “crisis” hasta que ya se habla claramente de estafa o robo. Los ánimos ya no son tan pacíficos. No es lo mismo una crisis que un atraco, por más que este atraco nos tenga a casi todos en crisis. No es lo mismo experto criminal que experto a secas, como explicaba la representante de la PAH (Plataforma de Afectados por las Hipotecas) en la comisión de economía del Congreso, en una exposición espectacular (a su lado los miembros del gobierno en sus declaraciones parecen tartajas de circo): “no es lo mismo experto que criminal”. Sin ninguna duda. Ni es lo mismo ni se les debe de tratar igual. Y se puede añadir que se quedó corta, como explica el criminólogo Alejandro Forero (¿Son los banqueros criminales?), a pesar de las protestas de algunos siervos políticamente correctos, valga la redundancia.
La reforma sanitaria de Mato ha sido contestada, criticada y rechazada unánimemente por todo tipo de colectivos y asociaciones civiles, organizaciones profesionales sanitarias, nacionales e internacionales. Con manifestaciones y huelgas masivas nunca vistas en el sector sanitario. Esta oposición a la reforma sanitaria de Mato no tiene que ver con los negocios de su exmarido que investiga la justicia y de los que si ella se benefició fue sin querer ni saber, según dice. No, esta oposición se debe a que esta reforma supone la sentencia de muerte del Servicio Público de Salud, universal y equitativo para todos los ciudadanos. Entre los múltiples artículos, manifiestos y declaraciones que se han hecho, por citar alguna quizás menos conocida por el público en general, la prestigiosa publicación ‘The Lancet’ (Vol. 379, 12 de mayo de 2012) Los recortes de la sanidad española podrían producir un «problema humanitario» , señalaba algunas de las consecuencias que se pueden esperar (artículo completo Artículo en The Lancet) .
Hace dos años, a raíz de un caso concreto, ¿casualmente? en un centro de Capio, escribí un artículo (Amancebamiento de la sanidad privada con la pública) para denunciar los riesgos de la sanidad privada. Riesgos que son mayores para los ricos que para los pobres. El sistema sanitario de EEUU no sólo es el más caro, también el más peligroso. El único efecto de ese artículo que me consta es un discreto aviso de la Dirección General de Ordenación e Inspección de la Consejería de Sanidad sugiriéndome que no debía de tomar el nombre de Capio en vano.
Poco a poco, según se vaya desarrollando la reforma irá dando sus frutos, irá acelerando la muerte de ancianos y enfermos crónicos, sin ninguna duda. Acabamos de conocer los resultados de la misma reforma en Inglaterra (Un hospital público británico desatendió hasta la muerte a más de mil pacientes), noticia que no es nueva, ya se conocían esos efectos pero han obligado al primer ministro a decir algo (Cameron pide perdón por el mayor escándalo sanitario en Reino Unido) aunque no consta que vaya a cambiar esa política.
Esta reforma es una auténtica sentencia de muerte para muchos ciudadanos, eso sí ciudadanos de segunda, sin papeles, sin seguros, sin cuentas en Suiza, sin derechos. Son los pobres. Pero no sólo los extranjeros pobres, también los españoles pobres. No serán muertes tan escandalosas como las que estamos viendo con los desahucios. Serán muertes en silencio, sin ruido, las veremos dentro de unos años en una fría y anónima estadística, pero serán miles. No es sólo como dice D. Bollero (Homicidas en potencia en la Sanidad pública). No, son auténticos criminales. Según nuestro Código Penal el mero intento, atentar contra la salud o integridad física de otro, ya es delito.
Los criminales que están imponiendo esta reforma conocen los seguros efectos que tendrá: aumento de mortalidad y descenso de la esperanza de vida, son conscientemente buscados, además del lucro. En 1999, mucho antes de que comenzara este robo de los servicios públicos, mal llamado crisis para justificarlo, Susan George en su terrorífico Informe Lugano ya pronosticaba estas reformas.
Siendo esto así de claro surgen dos preguntas.
La primera ¿como es posible que los ciudadanos aguanten tan pacíficamente gobiernos y leyes tan criminales?. Quizás sea novedoso la gran ignorancia que existe en la era de la información y de Internet, pero esta actitud ciudadana no es nueva. Etienne de La Boétie (1530-1563) en su “Discurso de la servidumbre voluntaria” explica los mecanismos que hacen posible la dominación. Mecanismos que, ayer como hoy, hacen que sea el pueblo el que se degüella, el que pudiendo elegir entre ser siervo o ser libre, abandona su independencia y se unce al yugo. ¿Cuál es el secreto de la dominación, el sostén y fundamento de la tiranía?. Dice La Boétie: “Quien piense que las alabardas, las guardias y la vigilancia de los espías protegen a los tiranos, a mi juicio se equivoca mucho. Estos se sirven de aquéllas, según creo, más por la costumbre establecida y a modo de espantapájaros que por la confianza que les puedan tener. Los arqueros protegen la entrada a palacio de los andrajosos y menesterosos, no de los bien armados, que son quienes pueden intentar algo…….No son las tropas de caballería, no son las compañías de infantería, no son las armas las que defienden al tirano. No se creerá al principio, pero es verdad que siempre son cinco o seis los que mantienen al tirano, cuatro o cinco los que para él mantienen a todo el país en servidumbre. Siempre son cinco o seis los que se hacen escuchar por el tirano, y se lo han ganado por ellos mismos, o bien han sido llamados por él para ser cómplices de sus crueldades, compañeros de sus placeres, alcahuetes de su lujuria, y partícipes de los beneficios de sus saqueos. Estos seis dirigen tan bien a su jefe que a éste le es necesario, para [fortalecer] su sociedad, ser malvado no sólo por sus [propias] maldades, sino también por las de aquéllos. Estos seis tienen a seiscientos que prosperan bajo su protección, y hacen con esos seiscientos lo que ellos hacen con el tirano. Y estos seiscientos tienen bajo ellos a seis mil, a los que han otorgado privilegios y a los que hacen que se les dé o el gobierno de las provincias, o el manejo de estas últimas, a fin de que favorezcan su avaricia y crueldad y la ejecuten cuando llegue el tiempo [propicio], y hagan por lo demás tanto mal que sólo puedan sobrevivir bajo su sombra, y eximirse de las leyes y de los castigos [que les corresponderían] solamente por su medio. Grande es el cortejo que viene detrás de todo esto, y quien quiera entretenerse en tirar de este hilo, verá que no son aquellos seis mil, sino cien mil, sino millones, los que se atan al tirano con él, sirviéndose de este hilo como Júpiter, que, según Homero, se jactaba de arrastrar hacia sí a todos los dioses si tiraba de una cadena.
En suma, que con esto llegan, a través de favores o componendas, las ganancias o las retribuciones que se obtienen con los tiranos, de manera que al final se halla casi tanta gente para la que la tiranía parece ser beneficiosa, como gente para la cual la libertad sería agradable”.
Y para someter a los que no quieren ser ciegos voluntarios ni siervos el método más eficaz consiste en impedir la comunicación: “Ahora bien, por lo común el mucho celo y el afecto de aquellos que han preservado a pesar de los tiempos la devoción por la libertad es estéril por que no se reconocen entre sí: bajo el tirano, han sido totalmente despojados de la libertad de obrar de hablar y casi de pensar y permanecen aislados en sus fantasías”. Impedirles la puesta en común de ese sentimiento o conciencia interna que poseen de su libertad natural, de manera que dicho sentimiento de la libertad no pueda convertirse en un afecto colectivo.
¿Qué se puede hacer?, sería la siguiente pregunta. ¡Desobedecer¡.
“El aspecto primordial de la desobediencia es liberarse de los preceptos y saberes oficiales y comprender la necesidad de comenzar a hacer una nueva sociedad. Lo importante es no ser afectado por las representaciones disciplinantes que produce este caduco y necio sistema. La desobediencia implica realizar actos minúsculos llenos de sentido que erosionen a los poderes en cualquier espacio colectivo, así como liberar zonas cotidianas de la presencia de esos poderes. Si esto ocurre se abre el camino para incrementar y acumular áreas sin control efectivo de este poder» (Juan Irigoyen).
Que sepamos quién nos roba y cómo no quiere decir que sea fácil evitarlo. Pero ayuda mucho a elegir el camino correcto. Llamarle a las cosas por su nombre, a los criminales criminales y no expertos ayuda a romper esas cadenas invisibles que nos amordazan la lengua. Identificar a todos esos que directa o indirectamente se benefician del robo de los servicios públicos. Hemos visto cómo la simple amenaza de la PAH (La PAH señalará a los cómplices) ha cambiado el sentido de una votación parlamentaria que estaba decidido.
Poner la sábana blanca en la ventana y ocupar la calle una y otra vez ayuda a romper ese aislamiento que tanto agradece el mismísimo presidente del Gobierno. Ayuda a vernos y reconocernos y ver que no estamos solos. Una manifestación no va a derrocar nada, el pueblo unido sí y el punto de unión es la calle. Tú decides ¿sábana o mortaja?