«El llamado régimen del 78 ha sido -es- una especie de cyborg en el que el PP ha puesto el esqueleto y el PSOE el músculo. La gente el voto: un voto útil, cautivo, prevaricador o perdido. A mí, que he vivido fuera muchos años, me resultaba difícil reconocer en el metro a esa gente nueva que se había formado en el supermercado y la televisión y que sorprendentemente hablaba, como yo, español. San Antonio y San Atanasio no hubieran sentido más desconcierto y desazón en la Roma imperial. Un régimen podrido, comido por la mentira y la corrupción, y una gente que parecía haber aceptado que se podía cambiar de casa, de lugar de veraneo o de ordenador, pero no de sistema político. No conviene adular a los pueblos -ese es el populismo normalizado que llamamos electoralismo- y mi trabajo ha consistido precisamente en analizar los mecanismos nihilistas de la percepción común; no cabe la menor duda de que la combinación de ‘hedonismo de masas’ e intimidación económico-política nos ha llevado en las últimas décadas a una España definitivamente postrevolucionaria en la que la gente misma impone límites a toda transformación. Pero tampoco conviene ni despreciar a los ciudadanos ni sobrevalorar el poder de los poderosos: eso es lo que ha hecho el ‘populismo normalizado’ que llamamos régimen del 78 y lo que, por una triste paradoja, hemos replicado a menudo desde la izquierda. El desprecio asociado a ese ‘populismo normalizado’, unido a la crisis y a su gestión delictiva, dañó al cyborg bipartidista y destapó un ‘pueblo desconocido’ que también hablaba español (y catalán y vasco y gallego) y que no estaba compuesto -o no solo- de consumidores sin superego y corruptos de baja intensidad. El 15M, que envejeció a todos los partidos, según la sintética y lúcida expresión de El Roto, iluminó en un relámpago, como en una radiografía, el verdadero ‘estado de la Nación’.
¿Con qué gente hay que cambiar el país? ¿Qué gente somos? Me lo decía una madre joven en paro en un pueblo de Castilla: nosotros no hemos escuchado vuestras canciones ni hemos leído vuestros libros ni nos emocionamos con vuestras banderas, pero sabemos distinguir, como vosotros, lo que es justo de lo que no lo es y la democracia de la dictadura. Me lo dijo tras la inauguración de un círculo de Podemos. Creo que ésa es la cuestión: el fracaso tanto del régimen como de la izquierda que clamaba contra él en el desierto ha entregado a la abstención o al bipartidismo la voluntad de millones de personas que piensan como nosotros, pero que creen no ser de izquierdas y que nunca votarán a un partido ‘de izquierdas’. El certero diagnóstico de Podemos, y su audacia a la hora de suspender el eje izquierda/derecha, logró en un solo año mucho más de lo que desde la izquierda habíamos conseguido en cuatro décadas: erosionar la monarquía, desacralizar la constitución y plantear abiertamente el fracaso de la construcción ‘nacional’ de España. Utilizando un símil darwinista, podemos decir que la gente se ha adaptado como ha podido a las instituciones -o a su ausencia- pero no olvidemos que las plumas, que los primeros pájaros desarrollaron para protegerse del frío, luego les sirvieron para volar. En eso debe consistir una política realista que parta de las constricciones de las instituciones y de las del sentido común para cambiar unas y otro: ninguna adaptación se ajusta a un fin preconcebido ni excluye las ‘catástrofes’ adventicias. Con el 15M y con Podemos aprendimos que también la gente más cansada, la más desilusionada, la más incrédula, puede volar. Eso es lo que quiere decir la palabra ‘dignidad’…»
- Texto completo en http://www.cuartopoder.es/tribuna/2015/11/10/por-que-podemos-en-lugar-de-marte/7742