Hace un cuarto de siglo, yo terminaba mi tesis doctoral (y luego el libro Los Verdes alemanes) evocando estas palabras de Carmen Martín Gaite: “Pactar con la realidad es estancarse. (…) Nunca he tenido tentación de suicidio. Ahora, si vives, es preciso hacerlo bien, dando algo a alguien; que cuando la gente te vea no huya y diga: Dios mío, si es la sombra de Manzanillo”.[1]
Sí: vivir entregando, transmitiendo, dando algo a alguien. Aunque sólo sea un momentáneo punto de apoyo, un pequeño viático o una breve iluminación.
[1] Entrevista en El País Semanal, 14 de junio de 1992.