siete notas sobre nietzsche

Me escribe un estudiante de filosofía la carta siguiente, y me animo a compartir una breve respuesta con más lectores y lectoras.

“Te escribo para comentarte una cuestión sobre tu interpretación de Nietzsche, en el texto que nos proporcionaron para tu charla en Coruña. En esta interpretación planteaste que, ‘en la era del capitalismo financiarizado’ el nietzscheanismo tiende a ser puro conformismo (y hay que decir que la mención a la era del ‘capitalismo financiarizado’ es crucial). Confieso que he compartido esta visión de Nietzsche. Últimamente, a raíz de mis lecturas para el máster, me encontré con un texto de Vattimo sobre Nietzsche que cambia radicalmente esta interpretación, y pone a Nietzsche, y su idea del filosofar, a la altura de la tesis de Marx sobre Feuerbach: ‘Los filósofos se han limitado a interpretar el mundo de distintas maneras; lo que hay que hacer ahora es cambiarlo’. Y te comento esto porque he visto en este texto de Vattimo, en su interpretación de Nietzsche, mucho de lo que hace, de hecho, la filosofía ecosocialista, ecofeminista, etc; además de una posible, y bien justificada, ‘salvación’ de Nietzsche (y es verdaderamente sorprendente cómo coinciden en esto Marx y Nietzsche, en aplicar lo que han llamado ‘hermenéutica de la sospecha’, para desmitificar). El texto de Vattimo, que no pude encontrar en pdf, se llama ‘La filosofía como ejercicio ontológico’, y forma parte del libro Diálogo con Nietzsche, que está en la editorial Paidós.”

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siete notas sobre Nietzsche

 

1

Nietzsche –dicho sea de manera general, y por lo tanto injusta— es tóxico. Es el gran pensador anti-igualitario del siglo XIX –en realidad, de varios siglos–, y las posibilidades de salvación que tenemos los seres humanos –y hay que reconocer que se presentan más bien magras— vienen de la mano del valor igualdad.

“¡La doctrina de la igualdad!… Pero si no existe veneno más venenoso que ése: pues ella parece ser predicada por la justicia misma, mientras que es el final de la justicia…!” (parágrafo 48 de las “Incursiones de un intempestivo”, en Crepúsculo de los ídolos). O bien, en uno de los fragmentos póstumos (de otoño de 1877): “Si se ha comprendido cómo ha surgido el sentido de la equidad y de la justicia, hay que contradecir a los socialistas cuando hacen de la justicia su principio. En el estado de naturaleza no vale el dicho ‘lo que es justo para uno es equitativo para otro’, sino que ahí decide el poder. (…) Derechos humanos no hay.”

 

2

Página sí, página no, en los libros de Nietzsche uno tendría que ir escribiendo: tonterías, las justas. Pero eso no lo ve uno con 16 años: lo ve, si acaso, con 35 ó 40.

“Lo esencial en una aristocracia buena y sana es que no se sienta a sí misma como función (…), sino como sentido (…), que acepte, por tanto, con buena conciencia el sacrificio de un sinnúmero de hombres, los cuales, por causa de ella, tienen que ser rebajados y disminuidos hasta convertirse en hombres incompletos, en esclavos, en instrumentos. Su creencia fundamental tiene que ser cabalmente la de que a la sociedad no le es lícito existir para la sociedad misma, sino sólo como infraestructura y andamiaje, apoyándose sobre los cuales una especie selecta de seres sea capaz de elevarse hacia su tarea superior…” (Más allá del bien y del mal, parágrafo 258)

“Tenemos que cambiar de ideas acerca de la crueldad y abrir los ojos. (…) Casi todo lo que nosotros denominamos ‘cultura superior’ se basa en la espiritualización y profundización de la crueldad. (…) Lo que disfrutaba el romano en el circo, (…) el español ante las hogueras o en las corridas de toros (…) son los brebajes aromáticos de la gran Circe ‘crueldad’.” (Más allá del bien y del mal, parágrafo 229)

A veces tengo la impresión de que los filósofos usan a Nietzsche sólo como estimulante. No porque lo que escribió sea plausible, esclarezca el mundo o nos haga mejores: sino como quien bebe vodka en lugar de cerveza.

 

3

Por supuesto, se puede leer y reinterpretar cualquier texto alegórica y metafóricamente –llevamos siglos haciendo hermenéutica de la Biblia–: donde dice crueldad, léase autoexigencia; donde dice la Bestia rubia, léase excelencia espiritual. Pero no creo que debamos tratar a Nietzsche –o a Heidegger, pongamos por caso otro autor caro a Vattimo— como un texto sagrado.

Al contrario, vapuleémosle de la misma forma que él nos vapulea. Se puede aprender mucho del bigotudo de Sils-Maria. Don José Bergamín aconsejaba a los buenos católicos leer a Nietzsche, como para generar anticuerpos; lo mismo podríamos recomendar a los buenos marxistas. Heiner Müller por ejemplo fue un dramaturgo marxista que leyó muy productivamente a Nietzsche (y a Jünger, y a Foucault).

 

4

Pero a la hora de buscar pensamiento nutritivo… no seamos nietzscheanos. Seamos epicúreos, o espinosianos, o marxistas –no nietzscheanos. Nietzsche –mientras no apliquemos exhaustivamente nuestro detector de segundos y terceros sentidos— pertenece a Wall Street; nosotros deberíamos estar más bien con Occupy Wall Street.

 

5

William Butler Yeats –nos recuerda Amartya Sen— escribió al margen de su ejemplar de la Genealogía de la moral: “Pero ¿por qué Nietzsche cree que la noche no tiene estrellas, nada más que murciélagos, búhos y la demente Luna?”

 

6

Nietzsche era un tarado. Un tarado listísimo, claro que sí, y del que se puede aprender mucho. Para lo cual hay que leerlo –eso sí— las más de las veces a contrapié, a redropelo, gegen den Strich.

Un tarado en lo moral, un crítico cultural notable, y un sugestivo filósofo metafísico en otros ámbitos… Pero en cualquier caso, un peligroso seductor que nos insta a deshacernos de nuestras más valiosas aspiraciones: la idea de igualdad político-moral y los procedimientos autocorrectivos de la ciencia moderna.

 

7

Buena parte del atractivo de la radicalidad abismal –Nietzsche es el paradigma— se desvanece en cuanto uno reflexiona diez minutos sobre las consecuencias de la radicalidad abismal (en términos de crueldad, por ejemplo). Y es entonces cuando se presta más atención a curas como Juan Masiá, que insisten: no exagerar.

Y Vattimo, por cierto, un filósofo posmoderno cristiano, ahora ¡se nos ha hecho más bien leninista![1]

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Me contesta este estudiante desde La Coruña en los términos siguientes:
«(…) Tengo que admitir que suscribo prácticamente (y creo que el matiz de la práctica va a ser fundamental), a todo lo que decís sobre Nietzsche. Es un poco lo que habíamos hablado respecto a ciertos posmodernos franceses, como Baudrillard, por ejemplo. Otro caso de un autor que, al menos para mí, funciona como un shock estimulante del pensar, una radicalidad que ‘da ganas’ de pensar así, pero que, cuando uno siente lo que es pensar así, se encuentra no sólo ante un vacío, sino ante una náusea sartreana de manual, a la que sumamos un apocaliptismo-depresivo bastante profundo (e inútil).
Creo que pasa un poco lo mismo con Cioran. Uno tiene que admitir que detrás de toda esa ‘noche sin estrellas’ hay un vitalismo. Pero es un vitalismo al estilo Nietzsche, al estilo de ese Dionisos que, supuestamente, nos permite fortalecernos ante la tragedia del mundo, ante el dolor de la existencia que lo apolíneo ya no puede contrarrestar. Lo que no mata nos fortalece, dijeron tantos, pero Nietzsche, como Cioran y tantos otros, creía que hay que estar primero en contacto con todo eso que mata, para poder fortalecerse de verdad. Me recuerda bastante a una bossa nova de Baden Powell, «Samba da bençao», que decía algo así como:
‘É melhor ser alegre que ser triste
Alegria é a melhor coisa que existe
É assim como a luz no coração
Mas prá fazer um samba com beleza
É preciso um bocado de tristeza
Senão não se faz um samba não
Fazer samba não é contar piada
E quem faz samba assim não é de nada
O bom samba é uma forma de oração
Porque o samba é a tristeza que balança
E a tristeza tem sempre uma esperança
De um dia não ser mais triste não
Põe um pouco de amor numa cadência
E vai ver que ninguém no mundo vence
A beleza que tem um samba não’
Claro que esta es, inevitablemente, una concepción un poco trágica de la vida. Y hay que entender un poco que la ‘propuesta’ es una vida que, diríamos en términos sencillos, se rige por cierta estética, de la vida sobreponiéndose a la tragedia, etc. Cuando uno lo piensa serenamente, más o menos liberado de esa melancolía que nos genera a veces ese gusto por lo trágico, se da cuenta de que sí, es mejor ser alegre que ser triste, pero incluso mejor si me puedo ahorrar el bocado de tristeza. Y supongo que en eso, más o menos, deberíamos estar de acuerdo todos.
Dicho esto, voy más a la cuestión sobre la filosofía como ejercicio ontológico. Antes que nada, aclaro que estoy basándome estrictamente en lo que Vattimo propone interpretar en Nietzsche (y, como buen intérprete, también se guarda citas como las que aportaste aquí). Y el tema se centra específicamente en la creación de valores, que sólo puede surgir, con Nietzsche, después de esa destrucción radical que él lleva a cabo. Cito a Vattimo:
‘La tarea del filósofo, como Nietzsche la entiende para sí, es decir, del filósofo que no quisiera ser un simple codificador de las valoraciones corrientes e ‘instintivas’ de un determinado mundo, es la de ‘crear valores’. El término valor no indica, evidentemente, sólo la moral: así como toda evidencia lo es en cuanto que se la acepta en virtud de una valoración, crear valores significa tout court crear criterios de verdad. Sólo creando nuevos valores, es decir, poniéndose con un acto violento fuera del mundo de las valoraciones consolidadas y de los instintos, el filósofo puede ejercer también la desmitificación. Ésta no es, pues, la primera y fundamental actividad, sino sólo un aspecto del filosofar como establecer valores nuevos.’
Está claro, con una cita así, casi podemos justificar que todo lo que dice Nietzsche, por ejemplo, al criticar la igualdad, sólo es una ‘preparación’ para crear un nuevo valor de igualdad, etc. Yo no me creería una lectura así de esta cita. Quiero decir, Nietzsche dijo muchas cosas distintas, algunas las podemos salvar y otras no nos ‘conviene’ salvarlas, y en eso estamos de acuerdo (tanto los pro, como los contra-Nietzsche) (y, si además leemos a la luz de su biografía, sería difícil no admitir que el crítico del resentimiento escribía de una forma bastante resentida). Lo que yo quería señalar, en cualquier caso, es que una lectura como la que Vattimo propone aquí, es la forma de salvar a Nietzsche de ser un motivador del conformismo cuando, según se dice aquí, no sólo propone un filosofar como crítica desmitificadora, sino un filosofar como creación de valores (valores que actúen como criterio de verdad, pese a que la verdad, según las enseñanzas del ‘Anticristo’, no existe, o es un cúmulo de mentiras: es decir, cambiamos una mentira por otra, que, al menos, tiene apariencia de ser más liberadora). Ahora bien, en efecto, la pregunta más rápida, y más justa, es ¿pero queremos vivir pensando así? ¿Queremos vivir, por ejemplo, peleando por la igualdad, por la justicia, si sabemos que, a fin de cuentas, ‘todo es mentira en este mundo, todo es mentira, la verdad’? Y ahí, para contestar, parece ser que tenemos, básicamente (y ciñéndonos a nuestro debate), dos opciones: o bien invocamos ese sentido de lo trágico, y luchamos igual; o bien aceptamos y fundamentamos que no, que sí existen, al menos, dos o tres verdades, que sí funcionan, y muy bien, como un criterio de verdad para el cual sentir que ‘vale la pena’ pelear por esa igualdad, por esa justicia, por evitar el sufrimiento.

Por último, creo que también habría que repensar un poco al estatus, a la posición y utilidad, que tendría un Nietzsche, por ejemplo, en un Occupy Wall Street. Yo tengo bastante claro de que, muy probablemente resoplaría, diría algo como ‘pobres humanos perdidos en su mentira’, y se volvería a su querida Turín. Pero ante eso creo que a los que estemos ahí, en ese Occupy, nos correspondería agarrarlo de los bigotes y ponerlo a trabajar, vapulearlo, como decís, pero vapulearlo bien, para, al menos, aprovechar su potencia crítica. Nietzsche como herramienta, pero no como guía para la vida (excepto para aquellos que suscriban que ‘tristeza não tem fim’).
Y supongo que esta era mi idea con todo esto, hacer una apología de la crítica al estilo nietzscheano, una apología, más que nada, epistemológica, pero no existencial.
Un abrazo y gracias por este debate
Santiago Caneda Lowry»
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Para contestar en serio, habría que desarrollar, creo, dos cuestiones:
1) Nada contra una concepción trágica de la vida –al contrario, junto con mis queridos Terry Eagleton o Kenneth Rexroth yo defendería también un humanismo trágico– pero para situarse de verdad en ese nivel a la mayoría de los nietzscheanos (y a veces a Nietzsche) les sobra estética en grandes cantidades, y les falta ética.
2) La epistemología de Nietzsche es sugestiva pero no convincente… ¿Nos autoconstruimos? Sí, dentro de cauces, límites, estructuras que nos vienen dadas. ¿Creamos nuevos valores? Sin duda, a través de nuestra práctica: pero para aprovechar ese autoconocimiento el pathos de Zaratustra más bien estorba que ayuda…
Con Aristóteles, con Buda y con Juan Masiá: no exagerar. Pero Nietzsche debe de ser el filósofo más exagerado de toda la historia del pensamiento occidental –y mira que no faltan candidatos para ese puesto… Bueno, queda el desarrollo de aquellas dos cuestiones para mejor ocasión… ¡Buenas noches!