Henry D. Thoreau se preguntaba, nos preguntaba, por qué no hay un poema sobre el grillo, obervando que su canto es “uno de los hechos más patentes, más prominentes del mundo, y uno de los menos atendidos”. Manuel Sacristán se preguntaba, nos preguntaba, por qué no se reflexiona sobre la tarea de quienes barren, mujeres casi siempre: “¿por qué ningún gran pensador se acuerda de la ocupación de barrer o eliminar lo barrido?”. Tienen razón Thoreau y Sacristán. Si perdemos de vista lo considerado pequeño e insignificante, en la naturaleza o en la sociedad, desaprovechamos la ocasión para humanizarnos: esa nuestra tarea de llegar a ser humanos (en el sentido normativo del término). La indiferencia y la desatención son las ventanas por donde el mal entra en el mundo.