«Imaginen un lago que es la mayor masa de agua dulce de América Central, un tesoro incalculable en los años futuros de escasez del líquido elemento que se prevén a nivel mundial. Sitúen una reserva de la biosfera en su interior con especies de flora y fauna endémicas, de una gran fragilidad. Ahora piensen que la viabilidad de este tesoro de ecosistema -e imponente reclamo para el turismo ecológico- la ponen en manos de un consorcio chino que va a encargarse de convertirlo en un canal para que cargueros, miles de ellos y de enorme calado, lo atraviesen diariamente. Agranden el foco y sepan que este escenario tiene lugar en un país en vías de desarrollo con un índice de pobreza elevadísimo y que arrastra un problemático historial de dictaduras y guerrillas. El debate está abierto: ¿el progreso económico debe imponerse a cualquier precio, incluso por delante de un posible atentado a la naturaleza?…»
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