¿Por qué ahora?
Joaquín Valdivielso
La ciudadanía parecía difunta. Intelectuales y rebeldes de diferente tipo habían cantado a un tiempo el “adiós al ciudadano” y habían calificado el “ciudadanismo” como un “buenismo” acomodaticio, mezcla de indiferencia, cinismo, resignación e impotencia; fruto del consumismo, la crisis y el neoautoritarismo. Y, de golpe, he aquí la marea verde.
Creo que las causas de esta explosión cívica se pueden ordenar alrededor de cuatro ejes: motivación, forma, medio y discurso. En todos estos momentos se ha disparado un resorte, un impulso a una reacción ciudadana, a menudo con todo en contra. Vamos por partes.
La inacabable lista de agravios y ataques a la educación pública, de la cual el TIL es sólo la gota que colma el vaso, no ha alentado respuestas tan significativas en otros lugares. ¿Por qué aquí? Sin duda el Govern, y en particular su Presidente, tienen mucho que ver. El tiempo, y las elecciones, dictaminarán si esta estrategia ha sido un éxito o un fracaso desde el punto de vista de sus intereses, pero como fuerza movilizadora, tiene matrícula de honor.
Es previsible que la gente se mueva cuando el Consejero de Educación no sólo no dimite después de conocerse sus “simposios” en Cabrera, sino que es sustituido por un responsable de facto –Estarellas-, que cede a un agente inmobiliario –Camps- el honor de dar la cara; es previsible que los padres se muevan cuando se los consulta dos veces, para después aplicar lo contrario de lo que han elegido; y que todo el mundo se indigne cuando la Consejera dice no tener un “plan B” horas antes de sacarse de la manga un Decreto-Ley que hace de la división de poderes un mal chiste… Todo esto, y mucho más, se sucedía en una serie de coincidencias temporales que parecía tramada para provocar.
¿Pero por qué esta indignación acumulada se traduce en una demostración tan cívica? Yo diría que esta Cultura de la Transición que se está hundiendo en sus aspectos institucionales –monarquía, sistema de partidos, mass media, modelo de Estado…– ha sido también el marco en que se ha generado una cultura cívica como nunca habíamos conocido, que la educación pública ha sido el principal horno en que esta ciudadanía responsable ha fermentado, y que el dinamismo de la sociedad civil balear en las últimas décadas la ha acabado de madurar. Si a esto le añadimos nuestro carácter reservado y contenido, entenderemos por qué, por ejemplo, en Barcelona, París, Londres o Río, manifestaciones como las nuestras acaben con explosiones de algún tipo de vandalismo, y aquí no. Todo esto es lo que se está perdiendo, también, en la coyuntura actual.
Pero para que una indignación cívica se transforme en acción colectiva hace falta, además, un espacio de comunicación y articulación de sinergias, un canal que recoge y da forma a lo que de otra forma permanecería disperso. Este milieu ha sido una miríada de esferas públicas, conectadas y retroalimentadas por las redes sociales: los centros educativos y los centenares de asambleas, reunidas una y otra vez. Los agentes clásicos de la sociedad civil balear se han sumado a posteriori, y a veces a regañadientes, a lo que, por primera vez, se ha generado al margen de ellos: un proceso deliberativo prolongado durante un año y medio, contra la manipulación y distorsión de la comunicación pública por parte del Govern y afines, y que ha empoderado y politizado por primera vez a miles de docentes, madres y padres. Nunca había habido tantas asambleas en todos los rincones de les Illes, llegando a tantos sectores sociales.
Finalmente, esta canalización de la indignación cívica ha necesitado un mensaje, una visión del presente, que se ha hecho hegemónica en la opinión pública y ha articulado una mayoría social en su favor: la defensa de la educación pública de calidad. Recientemente, las energías progresistas se habían aglutinado alrededor del discurso territorialista –que puso en bandeja por dos veces la cabeza de Matas a la oposición–, y que entroncaba también con las demandas identitarias y lingüísticas. El primero, abanderado históricamente por el GOB, está desaparecido; las segundas, han entroncado con fuerza sólo al final con la marea verde, de la cual son un elemento, no sin tensiones con su núcleo. El discurso por una educación digna para todos –que es el del Estado social de Derecho y la democracia– ha conseguido una mayoría social que los “ismos” tradicionales –ecologismo, catalanismo, socialismo, etc.– parecen estar lejos de conseguir hoy por hoy en nuestras islas.
El demos, la ciudadanía crítica y participativa, “ni estaba muerto ni estaba de parranda”, pero se ha transformado.
13/10/2013
http://www.arabalears.cat/premium/opinio/que-ara_0_1010299158.html
Joaquín Valdivielso es profesor de Filosofía de la Universitat de les Illes Balears.