Hoy, en El País -edición papel-, 15 páginas completas sobre la muerte de Emilio Botín, incluyendo la portada, la sección de obituarios, y la obscena celebración de los chascarrillos de su padre, otro banquero: «Ricos, lo que se dice ricos, somos muy pocos»… Y sobre la muerte de la humanidad y la Tierra -disculpadme la imprecisión retórica-, este breve comentario editorial:
La Tierra, de mal en peor
La concentración de gases de efecto invernadero alcanza un nuevo máximo histórico
«En lugar de mejorar, la salud de la Tierra empeora. En el año 2013, la concentración de CO2, el gas que más contribuye al calentamiento global, alcanzó un nuevo máximo, una media de 396 partes por millón (un 142% más que antes de la revolución industrial). Y el incremento fue el mayor de los registrados en los últimos treinta años: 2,9 partículas por millón más que en 2012. El último informe de la Organización Meteorológica Mundial (OMM) indica que también aumentó la concentración de otros dos gases de efecto invernadero, el metano y el óxido nitroso.
Los datos son, una vez más, muy preocupantes. De ellos se desprende que hemos entrado en una dinámica que puede acelerar el cambio climático y llegar antes de lo previsto al temido punto de no retorno. El problema ya no es solo disminuir las emisiones de gases; lo alarmante es que, por la capacidad de persistencia de esos gases y el efecto acumulativo de las emisiones, el ecosistema cada vez tiene menos capacidad para absorber los excedentes, de modo que, incluso contaminando menos, aumentan las concentraciones. La biosfera, que debería absorber una cuarta parte de los gases, está cada vez más saturada, y los océanos, el otro gran amortiguador, están sufriendo un proceso de acidificación sin precedentes que amenaza el ecosistema marino.
Los gobernantes de los países contaminantes, con China y EE UU a la cabeza, deben tomar conciencia de su responsabilidad. En el último año ha habido una reacción positiva en Washington, con el compromiso de la Administración de Obama de afrontar el problema, pero no tanto en Pekín. Hay que reforzar la presión para que en la cumbre de París, prevista para 2015, se logre aprobar un plan internacional concertado que permita ir mucho más allá del Protocolo de Kioto. Como ha advertido el secretario general de la OMM, el tiempo se agota, y más rápidamente de lo que se pensaba.»