Un artículo notable de Enzo Rossi aborda el difícil diálogo, dentro de los ecologismos y ambientalismos, entre posiciones decrecentistas y ecomodernistas. Escuchemos al autor:
“¿Cómo podemos resolver el estancamiento actual? Tal vez nuestro camino a seguir debería alejarse de pintar lejanos escenarios catastrofistas y del inevitable desacuerdo especulativo sobre los méritos del (de)crecimiento. En su lugar, deberíamos recentrar nuestro acuerdo socialista fundamental: la búsqueda de la libertad a través de la democratización de las relaciones sociales y, por tanto, de la economía. Centrándonos en el principio básico de la democratización de las estructuras económicas, podemos eludir el lenguaje polarizador que ha obstaculizado el progreso.
Esto significa abandonar la terminología políticamente venenosa de crecimiento y decrecimiento. Para muchos, estos términos se han convertido en sinónimo de rigidez ideológica y debates abstractos que no abordan las preocupaciones del mundo real. El «decrecimiento» conlleva connotaciones de disminución del nivel de vida, mientras que el «crecimiento» está ligado al statu quo y a sus prácticas insostenibles. En su lugar, debemos concentrarnos en ejemplos concretos de cómo podemos arrebatar al capital el control de la economía y planificar el desarrollo de forma sostenible y que mejore materialmente las condiciones de vida de todos…”[1]
Interesante… Para superar los desacuerdos en ecología política ¡olvidémonos de lo específico de la ecología política, que se planteaba cómo hacer frente a la crisis ecológica desde las sociedades capitalistas! Centrémonos en nuestras tareas socialistas de siempre (socialistas en sentido amplio: socialistas/ comunistas/ anarquistas) y olvidémonos de todos esos enojosos debates sobre límites al crecimiento, (neo)colonialismo, modos de vida imperiales, demografía, antropocentrismo…
[1] Enzo Rossi, “Dolores crecientes: el cambio climático y la transformación socialista”, sin permiso, 12 de octubre de 2024; https://sinpermiso.info/textos/dolores-crecientes-el-cambio-climatico-y-la-transformacion-socialista . El autor sigue explicando: “Aquí es donde los pequeños comienzos pueden conducir a cambios significativos. Podríamos empezar por crear espacios para la toma de decisiones democráticas en nuestros lugares de trabajo, comunidades y gobiernos, donde la gente corriente pueda opinar realmente sobre cómo se asignan los recursos y se configuran las políticas. La idea es construir nuestras nuevas capacidades y poder de forma orgánica y en la cáscara de lo viejo, demostrándolo sobre la marcha, en lugar de liderar con promesas de transformaciones a gran escala y de arriba abajo. Es probable que tales promesas susciten más escepticismo que entusiasmo.
En cambio, si nos basamos en los éxitos locales, estaremos en mejores condiciones de abogar por ampliarlos y renovar nuestro impulso a favor de servicios públicos universales -como la sanidad, la educación, la vivienda y el transporte- que reduzcan la dependencia de los mercados de consumo y mejoren la calidad de vida sin aumentar el consumo. Al hacer hincapié en estos beneficios tangibles, podemos defender gradualmente una economía descentralizada y planificada democráticamente que se ajuste a las experiencias cotidianas de la gente. Con toda probabilidad, sólo una economía planificada democráticamente puede evitar lo peor del cambio climático, pero no habrá suficientes personas que la apoyen si no se demuestra que es viable aquí y ahora, y que mejora su vida cotidiana.
La conexión entre planificación y sostenibilidad debe construirse sobre la base de esos logros, y no imponerse con moralismo condescendiente. Deberíamos ilustrar cómo una economía planificada democráticamente podría apoyar el desarrollo y el despliegue de tecnologías que reduzcan realmente nuestra huella ecológica al tiempo que mantienen o mejoran nuestros niveles de bienestar. Sólo entonces tendremos una historia convincente de por qué el PIB no debe ser el lema de la economía.
También es crucial reconocer que cualquier transición significativa requerirá conversaciones difíciles sobre los patrones de consumo en los países ricos. Aunque la tecnología puede aliviar algunas presiones medioambientales, no puede sustituir la necesidad de un uso responsable de los recursos. Si abordamos estas cuestiones de frente, podemos adelantarnos a los discursos simplistas que prometen soluciones fáciles sin exigir ningún cambio en el estilo de vida o en las prioridades.
Quizá lo más importante sea reconocer que nuestros desacuerdos empíricos sobre el futuro son sólo eso: desacuerdos, no certezas. Tanto los decrecentistas como los ecomodernistas tienen un exceso de confianza en sus predicciones, lo que conduce a una falsa sensación de inevitabilidad sobre sus respectivas soluciones. Al admitir el carácter especulativo de nuestras proyecciones, abrimos la puerta a debates más colaborativos y menos divisivos. Esta humildad nos permite integrar los puntos fuertes de ambas perspectivas sin dejar de ser flexibles ante la aparición de nueva información y el cambio de circunstancias.”