Syriza gana (el25 de enero de 2015) las elecciones generales en Grecia con un programa socialdemócrata… Los martirizados ciudadanos y ciudadanas griegas querrían algo de normalidad.[1] En nuestro país, Podemos aumenta constantemente su intención de voto después de las elecciones europeas de mayo de 2014, a base de realizar gestos socialdemócratas… Los españoles y españolas desearíamos algo de normalidad. Es cierto que nuestro país no ha sido destruido tan sañuda y metódicamente como Grecia, pero aun así las heridas de la llamada “austeridad” (hacer pagar a los de abajo la crisis financiera y económica provocada por los de arriba) son muy profundas.
Uno comprende bien el anhelo de cierta normalidad en Grecia, en España y en muchos otros lugares. Y sin embargo no la tendremos, no tendremos esa normalidad tan deseada… No estamos en el tiempo de la prosperidad creciente, de las relaciones laborales ordenadas, del capitalismo domesticado, de las carreras profesionales previsibles, de la geopolítica racional, de la energía abundante y barata, de la población pequeña en relación con los recursos naturales, del clima estable… (Capítulo aparte merecería la normalidad de clase media: la segunda residencia, el cambio de automóvil cada lustro, la buena asistencia en el hospital público aunque uno tenga también el seguro privado, ese tan cómodo poder delegar los asuntos públicos en políticos profesionales que no roben demasiado ni demasiado a la vista… Ah, la normalidad de la clase media –por ejemplo en un país como España.)
Pero no hay ni habrá normalidad: The End of Normal: The Great Crisis and the Future of Growth es el título de un libro del economista James K. Galbraith publicado en 2014. (Ni tampoco hubo nunca normalidad, por descontado, en cuanto uno mira la historia humana con un mínimo de perspectiva: pero ésa es otra historia.)
Dos supuestos muy mayoritarios son totalmente erróneos: estamos viviendo realidades socioeconómicas “normales”, o podemos retornar a ellas; y tenemos el tiempo histórico abierto como siempre ante nosotros. Por el contrario, se acabó lo “normal” –que por otra parte, hay que repetirlo, nunca fue normal–; vamos hacia el colapso de las sociedades industriales; y tenemos ante nosotros las mayores discontinuidades históricas a las que se habrá enfrentado la especie humana.
[1] Dimitris Christopoulos, profesor de Ciencia Política en la Universidad Panteion de Atenas y vicepresidente de la Federación Internacional de Derechos Humanos, declara en una entrevista: “La gente espera poco. Están más desesperanzados que esperanzados [el lema de Syriza de campaña es ‘La esperanza llega. Grecia avanza, Europa cambia’] de lo que estaban o de lo que otros piensan. El sentimiento principal antes de la llegada de Syriza al poder no es un sentimiento de esperanza y de radicalismo político como muchos observadores de fuera piensan. Es un sentimiento de recuperar un poco de dignidad y basado en un argumento colectivo e individual práctico. Quieren hacer algo para estar un poquito más felices. No tiene nada que ver con la izquierda o una visión radical de cambiar la sociedad. Tiene que ver con el hecho de lo que ha pasado en los últimos cuatro años, en los que ha habido una catástrofe humana en Grecia, y además el discurso de Syriza, que era izquierdista, ha sido reemplazado por un discurso que, llevado a los ochenta o los noventa, sería un discurso socialdemócrata moderado. Ni siquiera de izquierdas. Ni neoposcomunista ni nada, es de izquierda, pero de distribución de la riqueza, de reducir las desigualdades sociales, de intentar afrontar la crisis incentivando el consumo. Es neokeynesiano en lo económico, socialdemócrata desde el punto de vista político, lo cual suena revolucionario por el tipo de políticas que predominan en Europa…” (“Esto no es una crisis, es un régimen, y el desafío de Syruza es construir otro nuevo”, entrevista en eldiario.es, 23 de enero de 2015; http://www.eldiario.es/internacional/crisis-regimen-desafio-Syriza-construir_0_348915149.html )