Arranca hoy la «cumbre del clima» de Varsovia, con muy pocas esperanzas de que nada efectivo se ponga en marcha, después de los fiascos de Copenhague (2009), Durban (2011), Doha (2012)…
En abril de 2013, en la localidad de Smithers (Columbia Británica), un alce famélico y gravemente infestado de garrapatas se adentró en la sección de plantas y flores de un supermercado, probablemente buscando con desesperación algo para comer. Lo abatieron.
Los alces están desapareciendo rápidamente en toda Norteamérica, y las explicaciones apuntan al calentamiento climático. La epidemia de escarabajos de la corteza del pino, que prosperan en climas más calurosos, está haciendo desaparecer grandes extensiones de los bosques boreales donde viven los alces. Los otoños más prolongados, con menos nieve, han incrementado enormemente el número de garrapatas. Éstas atormentan a los alces hasta volverlos locos: se rascan continuamente, arrancándose grandes mechones de pelo… Cuando luego llueve en primavera, privados de su cálido abrigo, padecen hipotermia.
Éste es el mundo que estamos creando los seres humanos (por eso hablamos de cambio climático antropogénico). Hay que achacar a nuestra propensión a la ilusión de control la desatinada creencia de que escaparemos a las consecuencias de los tremendos desequilibrios que estamos poniendo en marcha. Nos precipitamos hacia abismos hobbesianos y malthusianos. Y seguimos negándonos obstinadamente a cambiar el rumbo…