«Algún ilustrado asesor habrá soplado al oído de Rajoy las palabras con las que Maquiavelo aconsejaba al Príncipe sobre la conveniencia de que “los ultrajes se han de cometer todos juntos, pues apenas se les nota el regusto y ofenden menos”. Desde luego, a la vista de las protestas sociales que brotan por doquier, se le ha ido la mano al perpetrar, en el corto plazo de un annus horribilis, el mayor saqueo a los derechos colectivos que han conocido los ciudadanos españoles desde el infausto golpe del 18 de julio de 1936. El sabio pensamiento de Nicolas Maquiavelo, en manos de MR, ha resultado ser una grosera bomba de racimo que escupe por doquier destrucción, empobrecimiento y desigualdad en todos y cada uno de los rincones del tejido social.
El gran ayatolá en que ha devenido el pródigo –con lo ajeno, por supuesto– ex alcalde de Madrid ha dictado con desparpajo la fetwua que sintetiza la ideología que inspira al gobierno, así dice el sujeto: “Gobernar es, a veces, repartir el dolor”. Es decir, estamos ante unos auténticos y peligrosos fanáticos que se consideran investidos de una especie de derecho divino a infligir un “recorticidio” a nuestra sociedad por más devastación que produzca. ¡Y todo ello por el mero hecho de haber ganado unas jodidas elecciones con más trampas que un combate de pressing cacht !
Como en la Divina Comedia de Dante, pululan en nuestro país interminables filas de ciudadanos arrojados a los nueve círculos del Infierno por los los kapos del recorticidio. Sin distinción de edades, ni género, ni lugar de nacimiento, ni creencia religiosa, uno tras otro, día tras día, se nutren las hileras de parados, de enfermos crónicos en ambulancias de pago, de dependientes sin cuidadores, de estudiantes sin profesores, de investigadores que tramitan sus pasaportes, de justiciables sin justicia, de desahuciados sin techo, de pobres de los de pedir comida (¡Igual que aquella pobre de pedir, llamada Esperanza Aguirre!). Como escribía Blas de Otero “¡aquí no se salva ni dios, lo asesinaron!”….»
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