Las historiadoras del siglo XXII –si es que hay historiadoras e historiadores en el siglo XXII— se devanarán los sesos intentando contestar a la pregunta: ¿cómo tan poca gente –apenas tres o cuatro generaciones, a partir de la segunda mitad del siglo XX–, en tan poco tiempo, con tamaño nivel de irresponsabilidad socialmente organizada y culturalmente enaltecida, pudieron ocasionar tanta destrucción?