La perversa lógica de los recortes
María Eugenia Ruiz-Gálvez
Investigadora del Grupo Economía Política de la Mundialización y miembro de Econonuestra
Las últimas noticias que nos llegan desde Bruselas muestran un aparente viraje en el discurso de la Comisión Europea. Un nuevo planteamiento para la salida de la crisis que pretende relajar las exigencias sobre el cumplimiento del déficit público, a cambio de medidas contundentes que obliguen a los estados miembros a intensificar el ritmo de sus reformas estructurales. A pesar de ser presentadas como meras recomendaciones, en el documento oficial donde se exponen, vienen acompañadas de medidas, estrategias y sus correspondientes plazos de aplicación explícitamente señalados. Asimismo, tras el encuentro de la pasada semana, el ministro de economía alemán, Philipp Rösler, instó a cumplir estas recomendaciones y destacó que “deben reflejarse en decisiones consecuentes de política económica”. Lógicamente, aflojar la presión sobre el déficit tiene un coste, y en el caso español parece que el precio a pagar es el incremento de la edad de jubilación, flexibilizar aún más el mercado de trabajo y posiblemente, —tras las actuales negociaciones con la Comisión Europea— la subida de impuestos indirectos como el IVA.
A pesar de las consecuencias sociales y económicas que se han derivado de las anteriores políticas de ajuste, la Comisión Europea y su gabinete de economistas siguen defendiéndolas como única vía para salir de la crisis. La capacidad de ejercer el poder, y los “rigurosos” supuestos matemáticos en los que se escudan, han asegurado que se avance en esa dirección. Pero la realidad termina dando la razón a tantas voces que contradecían dichas argumentaciones, y los propios resultados demuestran la perversa lógica y la lejanía de sus objetivos ante los verdaderos problemas y necesidades de la sociedad. Efectivamente, la actual situación de emergencia económica y social exige medidas contundentes, pero ¿cuál es el objetivo que tienen que alcanzar?
Las preocupantes tasas de desempleo, a pesar de las últimas estadísticas del mes de mayo, siguen ocupando el centro mediático y político actual, no sólo por las elevadas cifras que representan, sino también por la preocupante precariedad en la que se basan (92% de los contratos en mayo fueron temporales). De esta dramática situación han derivado numerosos planes y sugerencias políticas en materia laboral, tanto a nivel estatal como europeo. El pasado febrero, la UE aprobaba el Plan de Fomento del Empleo Juvenil 2014-2020 dirigido a los 6 millones de jóvenes desempleados (de los cuales 2 millones están en España), para el cual se destinada el 0.05% del presupuesto y del que apenas sabemos las medidas específicas que quieren implantarse a nivel comunitario. Al mismo tiempo, el Gobierno acordó destinar 3.500 millones de euros para combatir el desempleo juvenil mediante el Plan Estratégico para el Emprendimiento y el Empleo compuesto por 100 medidas, un conjunto de políticas que distan de las necesarias para combatir el paro estructural y en el que la medida estrella que se presenta es el fomento del emprendimiento de los jóvenes. Unos meses más tarde, el Comisario Europeo, László Ándor, nos sugirió la implantación del contrato único como forma de acabar con la dualización y segmentación del mercado de trabajo. Si el contexto socioeconómico fuera diferente, la creación de un contrato único con los mismos derechos para todos y todas podría suponer un gran avance en materia laboral, pero dada la tendencia global hacia una mayor desregulación y flexibilización del mercado de trabajo, supone una herramienta para dinamitar los pocos derechos laborales que aún perduran. Asimismo, los esfuerzos del gobierno por combatir el desempleo juvenil se centraron en la firma del memorándum entre la Ministra de Trabajo, Fátima Báñez, y su homóloga alemana, Ursula Von der Leyen. Un pacto por el que se acordó la contratación de 5.000 jóvenes españoles cualificados en Alemania, donde nuestra ministra aplaudía la fuga de cerebros y agradecía efusivamente este gesto por parte del Gobierno de Angela Merkel. Y para rematar el mes de mayo, las últimas declaraciones del Banco de España recomendaban suprimir el salario mínimo para algunos trabajadores y acelerar la edad de jubilación a los 67 años.
Es evidente que las políticas y recomendaciones impulsadas no han cumplido con los objetivos expuestos. Ha quedado demostrado que el emprendimiento, el acuerdo hispano-alemán a favor del exilio juvenil, la flexibilización y la precarización laboral, no han sido los mecanismos adecuados para la creación y distribución del trabajo.
El hecho de que estas políticas no tengan el efecto que la sociedad espera es porque realmente persiguen un objetivo distinto. Hasta ahora, las principales medidas aplicadas han consistido básicamente en reducir el gasto público para asegurar la devolución de la deuda e inyectar cantidades ingentes de dinero para rescatar a la banca. Ambos, han sido a su vez los principales elementos que han retroalimentado la deuda pública durante los últimos 4 años. Una deuda que hasta el estallido de la crisis cumplía con los límites estipulados por la UE (60% del PIB) y que, por tanto, no puede ser situada entre las causas de la misma. No existe ningún fundamento que justifique que el gasto en sanidad, educación y otros servicios públicos sean los causantes del crecimiento desorbitado del endeudamiento. Por todo ello, es evidente presentar lo acontecido como una auténtica estafa.
Uno de los datos económicos que mejor explican la realidad que estamos viviendo es la evolución de la distribución del PIB entre beneficios y salarios (gráfico). Según los datos ofrecidos por el INE en el último trimestre de 2012, hemos asistido a un suceso inédito en la historia, la participación de los beneficios superó la participación salarial, con 46,6% y un 45,5% respectivamente. Si tenemos en cuenta la tendencia histórica del descenso de la participación de los salarios en el PIB, a comienzos de los años 80 superaba el 70% frente al 30% de los beneficios. Una lucha permanente entre capital y trabajo la cual demuestra que el problema va más allá de la crisis y no reside en la falta de riqueza, más bien en la mala distribución de la renta.
El efecto de las políticas aplicadas, que cargan el coste de la crisis sobre la clase trabajadora a costa de empleo y salarios -entendiéndolo en el sentido amplio del concepto, salario directo, indirecto y diferido-, ha derivado en un aumento de la desigualdad interna[1], un incremento de la pobreza[2] y una dramática situación socioeconómica la cual ha permitido el mantenimiento de la rentabilidad empresarial en un periodo de crisis económica como el actual (gráfico). La propia OIT, en su informe sobre El empleo en el mundo en 2013, alerta sobre el efecto de la devaluación interna en el consumo y el empleo.
Dicen que un problema mal planteado es un problema sin solución, pero en este caso el planteamiento y sus beneficiarios están cada vez más claros. Es evidente que los objetivos que las políticas de ajuste persiguen no son los mismos que los que la sociedad reivindica. Indudablemente necesitamos cambiar el rumbo de la estrategia política y abordar la situación de emergencia actual con el objetivo prioritario de distribuir el trabajo y la riqueza. Ya que existe margen para aplicar este tipo de medidas, lo que falta es la voluntad política para llevarlas a cabo.
Gráfico: Participación de los salarios y beneficios en el PIB
Agradecimientos a Manuel Gracia y Leandro Martínez por sus aportaciones.
[1] Según datos de Eurostat, desde el comienzo de la crisis el índice de Gini ha aumentado un 10% mientras que las diferencias entre el 20% más rico y más pobre ha crecido en un 30%
[2] Eurostat señala que un 26,2% de la población que reside en España está en riesgo de pobreza.
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Lo que necesitáis en la UE es un buen plan colectivo para la estabilidad social. Entrevista |
James K. Galbraith · · · · · |
26/05/13 |
James Galbraith es un economista estadounidense, situado a la izquierda del partido demócrata. Además de profesor en la universidad de Austin, en Texas, especialista en cuestiones de ilegalidad es una personalidad muy cercana al Instituto Roosevelt, cofundado por su padre, el célebre economista John Kenneth Galbraith, continuando así la estirpe.
Según cree, la Unión Europea no podrá salir del bache a menos que conciba un nuevo plan social financiado por presupuesto europeo, como ya hizo Roosevelt en 1933. Una entrevista sorprendente. La entrevista la realizó Pascal Riché.
Rue89. La economía estadounidense se ha reactivado, la de la zona euro continúa estancada. ¿Qué han hecho los Estados Unidos que debiera hacer Europa?
James Gabraith. La respuesta no es difícil: disponemos de un gran gobierno federal a escala continental, algo inexistente en Europa.
Hay algunos problemas sociales en los Estados Unidos en relación a las medidas de austeridad que llamamos «secuestro» y a las muchas personas que han perdido sus empleos en los últimos años. Pero el sistema no está en caída libre: no es un Estado en declive incontrolado.
Nos hemos aprovechado del efecto estabilizador de importantes déficits presupuestarios a nivel federal. No hemos buscado reducirlos de manera abrupta, a diferencia de lo que está pasando en Europa. Esto no es imposible en un período de estancamiento, pues si se cortan los gastos públicos, el crecimiento se ve afectado y los ingresos fiscales bajan… resulta que el déficit sigue siendo el mismo.
Impresiona bastante constatar, cuando uno revisa las cifras del año 2009, cómo el retroceso de la demanda privada se ha visto compensado, automáticamente, por el aumento de desembolsos para financiar las pensiones por jubilación o invalidez, subsidios a los desempleados o para la reducción de impuestos.
Según su opinión, ¿el sistema económico estadounidense sería más keynesiano que el sistema europeo en el que, sin embargo, existen grandes sistemas sociales?
Respecto al plan institucional, sí, creo que sí. Especialmente si nos fijamos en los países periféricos de Europa, cuyos sistemas son débiles. El problema de Europa es que se dispone de estos mecanismos estabilizadores en Alemania o Francia, pero no en Grecia, España, Portugal o Irlanda. Y son estos países los que han conocido el hundimiento.
¿Qué hubiera hecho falta? ¿Un plan de reactivación a escala europea?
No me gusta el concepto «plan de reactivación», me parece que no se adapta bien a la situación actual. Lo que necesitáis es un plan de estabilización. Un buen plan colectivo para la estabilidad social. Lo primero que yo haría sería proveer de subvenciones a los desempleados, financiadas por presupuesto europeo común. Tras esto, proporcionaría jubilaciones con un plus, financiadas igualmente por presupuesto europeo, y destinadas a aquellos que lo necesiten. Distribuiría bonos alimenticios, por ejemplo, en las escuelas de aquellos países en los que no hay comedores, como es el caso de Grecia. La gente empieza a pasar hambre: hay que ocuparse de estos casos. Esto ayudará a estabilizar la situación y el plan económico y político.
La idea de un simple «plan de reactivación», según el cual basta con una inyección económica para recuperar, de manera espontánea, la prosperidad del pleno empleo es una engañifa. No es así como deben razonar los economistas keynesianos, como tampoco es este el modo con el que los economistas modernos podrán afrontar eficazmente este tipo de situaciones.
No obstante, financiar un vasto sistema social es, igualmente, una especie de plan de reactivación.
El problema de la expresión «plan de reactivación» es que implica una iniciativa de carácter temporal. No se puede crear una nueva realidad mediante un simple estímulo. Lo que hace falta es una organización social permanente. En última instancia, las subvenciones de los desempleados pueden ser temporales, si se consigue reactivar el empleo. Pero no es ése el caso de las jubilaciones: debéis prepararos para racionar pensiones por un largo período de tiempo… El objetivo del plan de estabilización es el de procurar a la gente sin recursos económicos la capacidad de vivir de un modo digno y durante mucho tiempo. No solamente unos cuantos meses.
¿Cómo se financia un plan de estabilización como ése?
Enviando cheques.
¿Perdón?
Tenéis una moneda única, el euro. Podéis enviar cheques en euros. Es lo que hemos hecho nosotros: enviar cheques en dólares. La administración social ha enviado cheques del Tesoro Público, la gente lo ha canjeado, sin problema.
Está hablando de creación monetaria….
Pues sí. ¿Le sorprende que los gobiernos creen dinero? Es algo que se lleva a cabo desde hace siglos. ¡Lo inventaron en Mesopotamia! Es buen momento de reaprenderlo.
Usted sabe de buena tinta que los gobiernos, hoy en día, desconfían de la creación monetaria, ya que comporta riesgo de inflación. Al menos, ésa es la convicción de los dirigentes europeos, empezando por los alemanes, quienes detestan la idea.
No puedo hacer nada si les gusta la idea. Es como si desecharan la idea de que el agua está compuesta de hidrógeno y oxígeno. Si no admiten esta verdad, habrá que aceptar la proposición de Hans-Olaf Henkel (economista alemán, antiguo presidente de la Asociación de Industrias Alemanas, N. de la R.), que sugiere una salida del euro.
Si los alemanes no quieren participar en una economía europea que funciona de manera regular, pueden abandonarla. Es muy necesario tomar consciencia de que no podéis estar dirigidos por gente que tiene una visión completamente irreal a la manera en la que funcionan economistas modernos sin que conduzca a toda una catástrofe. Esto es lo que está pasando ahora en Europa. No digo que en Estados Unidos no razonemos igual que aquí, pero, al menos, no se han destruido nuestras instituciones.
Numerosos economistas, tanto en Estados Unidos como en Europa, consideran que la creación monetaria, si bien es demasiado importante, solo puede conducir a una inflación donde las burbujas especulativas….
Existe, efectivamente, un grupo de personas convencidas de que el principal peligro actual es el de perder el control de la inflación. Pero de aquellos que están en contacto con el mundo real, ninguno que yo conozca les toma en serio. Saben que el problema es el paro, el hundimiento social y político que está ocurriendo… ¡Eso se llama deflación, no inflación! Es un poco como si, en medio de un incendio, alguien llegase diciendo que el principal problema es el riesgo de lluvia. Estas personas tienen derecho a expresarse, evidentemente, pero confiarles la gestión de la política económica no es una buena idea.
En Francia los medios de comunicación comparan la situación actual con la de los años 30. ¿Tiene sentido?
No hay ninguna similitud entre ambos períodos, pero hay que recordar que somos más ricos que en los años 30, que disponemos de instituciones que protegen a los ciudadanos y que el riesgo de una guerra europea no está presente. Lo que sí es comparable es que las situaciones desesperadas que uno observa en ciertos países europeos han acarreado presiones separatistas, violencia, xenofobia, votos protestatarios que aprovecha la extrema derecha, etc. Si buscáis historias paralelas, podéis recordar lo que pasó en Yugoslavia en los años 90. La situación, en ciertas zonas de Europa, puede degenerarse muy rápidamente.
Pero… la guerra en Yugoslavia se inscribía en un contexto muy particular. Era una situación de guerra…
Sí, pero este tipo de guerra comienza una vez que la violencia se ha organizado y es dirigida contra ciertas comunidades en concreto. Esto es lo que pasó en Bosnia y es lo que pasa hoy en algunos barrios de Grecia, donde está emergiendo un partido nazi.
¿Qué lecciones podemos extraer de la forma en que la crisis se superó en los años 30?
La lección de que hay que combatir la crisis por la solidaridad, la democracia, la flexibilidad y el pragmatismo, no por ideologías o dogmas. Y, sobre todo, sin aceptar que los acreedores financieros tengan bajo control los mecanismos económicos. Su único objetivo es tomar posesión de activos públicos para pagar una deuda que no puede ser reembolsada de ninguna de las maneras. Esta política destruye el tejido europeo y desprovee a los ciudadanos de sus bienes más preciados. Esto es lo que ocurre concretamente: varios equipos fueron enviados a Atenas para pedir que se venda como activos valiosos aquello que aún quede en el estado griego. Esto no es lo que reforzará a la Unión Europea…
Escuchándole, Europa debería inspirarse en el New Deal de Roosevelt…
No me gusta demasiado proponer «modelos», son situaciones diferentes. Pero hay principios en los que inspirarse. La solidaridad social es uno de ellos. Debéis enviar transferencias a lo más vulnerables, eso permitiría estabilizar su situación. Si no, lo pasarán realmente mal y, si son listos, se irán, minando las fundaciones sociales de sus países.
Europa no puede permitirse que ninguno de sus países se hunda. Es algo diferente a lo que pasa aquí, en Estados Unidos: Si Dakota del Norte pierde una gran parte de su población tras una crisis, es grave, pero el gobierno federal no se compromete a garantizar el número de población de cada Estado. Si es esa población que se muda la perteneciente a un país miembro de la Unión Europea como Portugal, Irlanda o Grecia, sería algo mucho más problemático: la Unión no puede permitírselo.
¿Cree que los trabajadores de estos países pueden emigrar a los más prósperos de la Unión Europea, como es Alemania?
La historia de Europa nos dice que estos movimientos son posibles. Había más de un millón de españoles fuera de sus fronteras antes de la muerte de Franco. Y la segunda capital portuguesa es París (tercera, en realidad, después de Lisboa y Oporto, N. de la R.). Pero los profesionales de los países en crisis no van únicamente a Europa, sino que también salen hacia Australia, Estados Unidos, América Latina,… Y estos países pierden a sus médicos, sus profesores, sus ingenieros. Es esto lo que debilita aún más su situación.
Refiriéndonos a la deuda de estos países, ¿no cree que se debería concebir un plan más audaz de reestructuración, incluso de recortes?
Lo mejor sería reestructurar la deuda del conjunto de los países de la zona euro, permitiendo la no estigmatización de los países más frágiles. Y la mejor manera de conseguirlo sería mutualizar una parte de la deuda de los países, por ejemplo hasta un importe del 60% del PIB, como ya se ha propuesto. Así, cada país disfrutaría de unas tasas de interés moderadas. Si la Unión Europea toma en serio la cuestión de su propia supervivencia, sería ésta una medida con la que comprometerse. Recientemente, le pregunté sobre ello a vuestro ministro de Economía y Finanzas, Pierre Moscovici, y su respuesta fue interesante. No se mostró hostil a la idea, pero cree que llevará su tiempo.
Sin estas medidas radicales que enuncia, ¿el euro podría sobrevivir?
No. A medida que avanzamos, se va condenando, aunque el proceso puede alargarse. Sin un cambio fundamental de aproximación, el euro conocerá el final de su existencia en circunstancias dramáticas. Hace falta sacar de Europa la lógica puramente comercial, con la que llegamos a prestar fondos con intereses superiores al crecimiento de los países vulnerables: esta lógica no hace sino agravar esa deuda. Hace falta introducir otro razonamiento, en la que los cambios comerciales sean moderados por un programa de estabilización social de solidaridad.
¿Quién es el responsable de la situación actual?
Friedrich Von Hayek y la Sociedad Mont Pelerin: ¡los arquitectos de esta visión neoclásica de la economía que rige la zona euro hoy en día! Y todos los economistas o tecnócratas europeos – ya sean alemanes, como Jens Wiedmann o franceses como Jean-Claude Trichet – que han adoptados estas ideas.
James K. Galbraith es profesor de economía en la Lyndon B. Johnson School of Public Affairs, de la University of Texas-Austin. Hijo del llorado economista canadiense John K. Galbraith, ocupó anteriormente varios puestos en el Congreso de los Estados Unidos, incluida la dirección ejecutiva del Joint Economic Committee.
Traducción para www.sinpermiso.info: Judit de Diego
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Crisis de la Eurozona: hay una alternativa realista y factible, lejos del falso dilema austeridad/crecimiento y de las tentaciones del federalismo autoritario |
Yanis Varoufakis · · · · · |
02/06/13 |
El economista griego Yanis Varoufakis, asesor del partido de la izquierda radical griega Syriza, participó el pasado 28 de mayo en el foro de la OCDE 2013. En su intervención en ese Foro volvió a recordar su Modesta proposición para sacar a la Eurozona de la crisis sistémica en que se halla. El textito de Varoufakis es suficientemente claro y autocontenido. Pero quien quiera profundizar en su visión política alternativa, puede consultar otros dos textos, más dilatados y circunstanciados, publicados anteriormente en SinPermiso: 1) «Mensaje a los euroescépticos (de derecha e izquierda): quienes más despreciamos el euro somos quienes mayor obligación moral tenemos de contribuir a estabilizarlo«; 2) «Depresión en la Eurozona. Cómo restaurar la demanda agregada en países como Grecia y España, sin crear nuevas burbujas«.
En el contexto de 2013 OCDE Forum, el pasado 28 de mayo tuvo lugar un debate sobre si el mundo en general y Europa en particular necesita más o menos austeridad. Más abajo, podéis encontrar mi respuesta a la pregunta del moderador sobre qué alternativas tiene la Eurozona en punto a mayor o menor austeridad. Pero antes, un breve comentario sobre el resultado principal de la encuesta de opinión PEW presentada por Bruce Stokes (de Global Economic Attitudes), según el cual una gran mayoría de europeos prefiere devolver la deuda a incrementar los estímulos económicos.
Un breve comentario al resultado de la encuesta de PEW
Si en medio de la pandemia de Peste Negra europea se hubiera hecho un sondeo de opinión, una mayoría de europeos habría echado la culpa de la plaga a la pecaminosa vida llevada hasta entonces, y es más que probable que aceptara el punto de vista dominante, según el cual el remedio para librarse de la enfermedad no era otro que la autoflagelación expiatoria y la punición colectiva. Siempre hay que estar muy atentos a los movimientos de la opinión pública, huelga decirlo; pero no deberíamos permitir que las encuestas nublaran nuestro juicio.
Alternativas al falso debate austeridad/crecimiento en la Eurozona
He aquí mi esquema de intervención:
Si después del otoño de 2008 el Estado de Nevada se hubiera visto obligado a:
– rescatar sus propios bancos,
– refinanciar su déficit primario, causado por el desplome del mercado de bienes raíces, y
– cubrir con prestaciones de desempleo a sus parados; entonces:
– por muchos estímulos que el señor Obama hubiera inyectado en la economía, e independientemente de la flexibilización cuantitativa (QE) del señor Bernanke, ¡Nevada se habría convertido en un Estado fallido!
Más pronto que tarde, los Estados federados norteamericanos y sus sectores bancarios habrían comenzado a despeñarse, uno tras otro, por el abismo fiscal de la austeridad competitiva. Pues bien; eso es precisamente lo que ha sucedido en la Eurozona.
De modo que la obsesión europea con la austeridad competitiva no es tanto una opción política ideológicamente motivada, sino que es más bien el resultado de una Eurozona pésimamente diseñada: por eso lo que tenemos entre manos es una crisis sistémica.
Pero para quienes piensan que la solución a esta catástrofe consiste en federarse, en crear unos Estados Unidos de Europa, mi mensaje es: ¡Piénsenlo mejor! Ni es factible la Federación, ni es deseable como mecanismo para frenar la crisis.
¿Cuál es entonces la alternativa? La alternativa es servirse de las instituciones existentes, a fin de reajustar la Eurozona de modo que se frene su desintegración sin necesidad de Nuevos Tratados y sin necesidad de que se transfiera un solo euro de los contribuyentes alemanes a los de la periferia.
¿Es eso factible? ¡Desde luego que lo es!
Por lo pronto, sin siquiera necesidad de una unión bancaria, el Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEE), en colaboración con el BCE, podría tomar el control de los bancos quebrados, recapitalizar algunos, liquidar otros y poner sin mayores dilaciones en almoneda los activos bancarios saneados (con beneficios para el contribuyente europeo).
En segundo lugar, el BCE podría actuar como intermediario entre los Estados miembros y los mercados monetarios, ayudando a esos Estados en el servicio de la porción de su deuda que permite Maastricht con tasas de interés bajas. Puede hacer eso sin necesidad de imprimir un solo euro ni de comprar un solo bono. Limitándose a actuar como intermediario.
En tercer lugar, debería darse luz verde al Banco Europeo de Inversiones (BEI) para embarcarse, en colaboración con el BCE, en un programa de inversiones orientadas a la recuperación económica. Un New Deal europeo podría entonces financiarse en un 50% con emisiones de bonos por parte del BEI, y en otro 50%, con bonos respaldados por el BCE y redimibles a través de los propios proyectos sobre la base de principios puramente bancarios.
Con inversión, reforma bancaria y deuda pública holgadamente europeizadas, podría imponerse el equilibrio presupuestario a todos los Estados miembros, mientras que el conjunto de la Eurozona recibiría un importante estímulo al crecimiento y la deuda caería por doquiera.
A esta más bien modesta alternativa la llamo yo Europeización Descentralizada. Sin transferencias fiscales, sin eurobonos garantizados de consuno, sin un Tesoro Federal, sin recompra de deuda, sin cambios en los Tratados: esa alternativa liberaría a Europa del ridículo dilema entre la suicida austeridad quebrantahuesos y los ineficientes estímulos proporcionados a escala nacional.
Yanis Varoufakis es un reconocido economista greco-australiano de reputación científica internacional. Es profesor de política económica en la Universidad de Atenas y consejero del programa económico del partido griego de la izquierda, Syriza. Actualmente enseña en los EEUU, en la Universidad de Texas. Su último libro, El Minotauro Global, para muchos críticos la mejor explicación teórico-económica de la evolución del capitalismo en las últimas 6 décadas, acaba de ser publicado en castellano por la editorial española Capitán Swing, a partir de la 2ª edición inglesa revisada. Una extensa y profunda reseña del Minotauro, en SinPermiso Nº 11, Verano-Otoño 2012.
Traducción para www.sinpermiso.info: Casiopea Altisench