Ana María Moix recuerda a su amigo Carlos Barral sentado en La Espineta, su bar de Calafell, bebiendo una copa de vino blanco y diciendo: “La vida cada vez se está volviendo más fea”. (El contexto de la evocación es la venalidad creciente de los intelectuales, el individualismo competitivo, la mercantilización de todo…)
Veinte, treinta años después: cuánto más fea se ha ido volviendo la vida… y qué horroroso lo que vemos venir.
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No padezco pesadillas: mi vida onírica es prosaica, se despega poco de lo cotidiano.
Quizá no sueño pesadillas porque las vivo… Ver venir los horrores que vienen, el Horror con mayúsculas (otra vez, después de haberlo experimentado a partir de 1933), y no ser capaz de detenerlo.
Habrá fascismo. Habrá fascismo comercial, fascismo económico, fascismo cultural, fascismo social, fascismo político –y hasta habrá nazismo ecológico, un siglo después de Hitler. Vamos hacia un mundo más violento, injusto, empobrecido y trágico que en ninguna fase anterior de la historia humana.
Aliento diagonal, solicitaba René Char. Que no nos falte, en este tiempo terrible que es el nuestro.