una entrevista en el tren hacia santander

Realicé esta entrevista por teléfono en el tren que me llevaba a Santander, de pie en el pasillo y con cortes en la comunicación. Eso explica que la versión publicada en eldiario.es adolezca de algunos errores, a pesar del buen hacer del periodista que me entrevistó, Rubén. Seguramente no carece de significado la transformación de Autoconstrucción en Autodestrucción en la misma entradilla de la entrevista… Doy aquí el texto con algunas correcciones.

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Riechmann, por partida doble

El escritor, filósofo y activista acude a Santander para presentar sus últimos trabajos, el poemario Himnos craquelados y el ensayo Autoconstrucción.

«El curso que está siguiendo nuestra civilización conduce a una catástrofe», advierte Riechmann, quien denuncia que a pesar del «marketing ambiental» y la «cháchara verde» que cunde, «los problemas objetivamente se agravan cada vez más».

 

Rubén Vivar

 

Jorge Riechmann (Madrid, 1962) llega a Santander este viernes 11 de septiembre y presentará sus Himnos craquelados (Calambur, 2015), el último poemario de su dilatada carrera, en el «aperitivo» de La Surada Poética, el ciclo de poesía crítica que impulsa La Vorágine. Será el primer acto de un intenso trimestre en el que 19 poetas de Cantabria, el resto del Estado y México ofrecerán una muestra diversa y plural de la poesía de la conciencia crítica contemporánea.

La Surada Poética, en su primera edición, convocó a un público de cerca de seiscientas personas que se acercaron a esta poesía de lo cotidiano, de la resistencia, del compromiso con la realidad. En 2015, nuevamente con el apoyo de la Fundación Santander Creativa, La Surada Poética arranca con el recital de Jorge Riechmann y continuará con tres «descargas poéticas» de alta intensidad en los meses de octubre, noviembre y diciembre, cada una de ellas con la intervención musical de El Niño de Elche, uno de los músicos flamencos más experimentales del país, un ensamble de percusión contemporánea dirigido por Víctor Aja y con Ludovico y los Acéfalos.

Riechmann es profesor titular de Filosofía Moral en la Universidad Autónoma de Madrid, traductor, poeta, ensayista, miembro de Ecologistas en Acción y desde hace poco del Consejo Ciudadano de Podemos/ Comunidad de Madrid.

Acude a Santander en una doble cita en La Vorágine. Primero para presentar su nuevo poemario Himnos craquelados y al día siguiente con ‘Autoconstrucción’ (Catarata, 2015), un ensayo sobre la necesidad transformar la estructura social. Empecemos con el poemario. ¿Cómo describiría este nuevo trabajo?

Son poemas escritos en los últimos cuatro años, con una estructura tripartita que remite primero a los 206 huesos del cuerpo humano; luego al número de muelas y dientes con que cada uno venimos al mundo, 36, y finalmente algunos poemas se agrupan en una tercera parte que se llama “Las víscera de la piedad”. La vieja figura del macrocosmos en el microcosmos; el cuerpo como cifra del universo; la condición humana de estos simios averiados que somos, viviendo en la biosfera terrestre… Es un libro que está atravesado por muchos de los conflictos que estamos viviendo; que no se halla desconectado de la reflexión sobre ecología y sociedad que intento también en mis ensayo; que recoge algunos poemas que proceden de sueños; así como otros que son elegías, escritos en un período en que han muerto algunos amigos cercanos… En definitiva, un libro que intenta no despegarse demasiado de la condición humana.

¿Y se puede combatir el capitalismo con poesía?

Con la poesía se puede intentar orientarnos un poco mejor, y descubrir sendas practicables por las que caminar. Con la poesía se puede explorar, a través del lenguaje, el mundo en el que vivimos. Se puede quizá estar más atento a dimensiones menos aparentes de la realidad multidimensional.

En el noble arte de escribir, ¿por qué eligió la poesía?

Casi nadie que escribe en poesía lo hace, en realidad, como una especie de opción estilística; la poesía no aparece por ahí. Yo empecé a intentar escribir poemas cuando tenía 12 ó 13 años y a partir de ahí -es una experiencia común también a muchas y muchos poetas- la poesía se convierte en una manera de mirar, de interpretar y de estar en el mundo, al fin y al cabo de vivir. Y en esa medida la poesía no es opcional, no es como elegir entre una paleta de colores para pintar; tiene que ver más con la propia forma de mirar.

Pasemos a la prosa. ¿Autoconstrucción o más bien autodestrucción?

Si somos gente que intenta informarse y que no cierra los ojos ante la realidad, nos cabrán pocas dudas de que el curso que está siguiendo nuestra civilización conduce a una catástrofe: es destructivo y autodestructivo en un grado que se nos escapa. Pero, frente a eso, tenemos la tarea, que no es que sea sólo contemporánea sino que es una tarea de siempre (porque tiene que ver con la misma condición humana en la medida en que somos seres inacabados, desvalidos ydesorientados), la tarea de construirnos personal y colectivamente.

Suelo decir que somos simios averiados: primates traspasados por el lenguaje, con dimensiones inconscientes en nuestra psique, con una cantidad enorme de disfunciones en nuestra vida colectiva. Con todas esas grietas y fracturas tenemos que hacer algo, y eso es lo que la cultura intenta -con diversas herramientas de autoconstrucción- desde hace muchos milenios. La novedad es que ahora lo hacemos en condiciones históricas mucho más difíciles.

¿Estamos en un momento en el que “ahora o nunca”?

Hay algo de eso, sin duda. Como decía antes, continuar con la trayectoria que seguimos, seguir haciendo las cosas como las hacemos (el BAU de los anglosajones: business as usual), lleva a un desplome civilizatorio, a un colapso ecológico-social. No hay más que mencionar dimensiones enormes de la crisis contemporánea como el calentamiento climático, la hecatombe de diversidad biológica que estamos produciendo y el cenit del petróleo (que abre la fase del descenso energético en la cual ya estamos). Hacemos frente a lo que son discontinuidades enormes, quizá las más profundas en la historia de nuestra especie: hace ya tiempo que vengo hablando del siglo XX como el Siglo de la Gran Prueba. En esa tesitura tan difícil, se trata de intentar reaccionar bien.

En cuanto a los efectos del cambio climático, ¿quiénes están más o menos concienciados: los que gobiernan o la sociedad civil?

A pesar de que vivimos en una sociedad donde circulan muchos discursos de falso ecologismo, mucho marketing ambiental, mucha cháchara verde, en realidad, a pesar de todo eso, los problemas objetivamente se agravan cada vez más. Por no mencionar más que la dimensión central en lo que a se refiere a calentamiento climático: tenemos que ser capaces de dejar bajo tierra las 4/5 partes de las reservas de combustibles fósiles que todavía existen para tener alguna opción de salir adelante sin cambio climático catastrófico y, sin embargo, nadie, ni la sociedad ni los poderes económicos y políticos (y los segundos están subordinados a los primeros) están de verdad considerando esa opción necesaria.

Una de las frases de su último ensayo dice: «El síntoma se llama calentamiento climático, pero la enfermedad se llama capitalismo». ¿Qué cura le aplicamos a esta enfermedad?

Una desmercantilización lo más rápida posible de ámbitos importantes de nuestra vida, empezando por el mundo de la energía y de las finanzas. Una sociedad que de verdad quiera llegar a finales del siglo XXI sin convertirse en exterminadora de la mayor parte de la humanidad debería tener claro que la banca y la energía deben ser asuntos públicos y no objeto de negocio privado.

Si cierra los ojos y se imagina el mundo dentro de cien años, ¿qué es lo que ve?

Prefiero no hacer ese ejercicio, que induciría a la melancolía, y seguir esperando que seamos capaces de dar un verdadero vuelco a la situación.

 

11 de septiembre de 2015

http://www.eldiario.es/norte/cantabria/cultura/Richamn-partida-doble_0_429757760.html