Defiende el biólogo –mirmecólogo- Edward O. Wilson que cabe hablar de “sentido” en dos sentidos distintos. En su uso habitual, indica primero el famoso pensador evolucionista, la palabra “sentido” implica intencionalidad; la intencionalidad implica creación (o acción por parte de un agente consciente, completaríamos nosotros); y la creación implica un creador (o la acción implica un agente). Pero además, sostiene Wilson,
“la palabra ‘sentido’ puede emplearse de otra manera, más general, que implica una forma de ver el mundo muy distinta: son los accidentes de la historia, y no los propósitos de un Creador, los que generan un sentido. No hay una creación previa; en vez de ello, existen imbricadas redes de causa y efecto material. El desarrollo de la historia sólo obedece a las leyes generales del universo. Cada acontecimiento es aleatorio pero altera la posibilidad de futuros acontecimientos…”[1]
Pero aquí, en su polémica anti-creacionista, creo que Wilson está llevando a cabo un juego de manos donde no tenemos por qué seguirle. Lo que se genera en la historia natural del universo es orden –distintas formas de orden que un ser inteligente puede comprender-, pero no sentido (ese tipo de sentido existencial del que está hambriento el ser humano). Hay “sentido” en el sentido de orden aun sin agentes intencionales, de acuerdo: “Una araña teje su tela con el propósito de cazar una mosca, sea o no consciente del resultado. Ése es el sentido de la telaraña”.[2] Pero ese “sentido” es otra noción de sentido que la que aparece en la expresión que da título al libro de Wilson, el sentido de la existencia humana (que se construye precisamente como abrigo frente al sinsentido cósmico). Comprender el correcto funcionamiento de la entropía y la fotosíntesis sin duda puede ayudarnos a bien construir el sentido de nuestras vidas (que no nos viene dado), pero no hay un “sentido de la existencia humana basado en la ciencia”, como el mirmecólogo de Harvard parece dar a entender. “Sólo la sabiduría radicada en la comprensión de nosotros mismos, y no la piedad, nos salvará”,[3] afirma Wilson (actualizando son saberlo el antiquísimo programa gnóstico). Frente a tal aserto, podríamos responder: el conocimiento científico es bienvenido, pero desligado de la compasión no va a salvarnos de ninguna de las maneras.
[1]Edward O. Wilson, El sentido de la existencia humana, Gedisa, Barcelona 2016, p. 12.
[2]Wilson, op. cit., p. 13.
[3]Wilson, op. cit., p. 14.