una reflexión de albert recio sobre la esperanzadora iniciativa «guanyem barcelona»

Guanyem Barcelona

 

Desde mi barrio, 7

Albert Recio Andreu

I

Ayer, 26 de junio, tuvo lugar la presentación oficial del proyecto Guanyem Barcelona, que trata de impulsar una candidatura alternativa a las próximas elecciones municipales. Como cara más conocida del proyecto figura Ada Colau, ex portavoz de la PAH. La expectativa creada es importante, la participación en el acto de presentación, masiva. El proyecto, aún embrionario, surge en el momento oportuno, tanto en el plano local como en el estatal. Sus caras conocidas son personas con larga trayectoria en los movimientos sociales. Su manifiesto lo han firmado buena parte de los profesionales más cercanos a estos movimientos. Como creo que es una buena iniciativa, que si llega a buen puerto puede mover el panorama político, creo que es necesario reflexionar sobre las cosas en las que hay que trabajar para conseguir ese objetivo.

II

El contexto local de Barcelona puede caracterizarse a grandes rasgos por la combinación de varios elementos. El primero y principal, la consolidación de un proyecto neoliberal de gestión urbana que crea enormes costes sociales. Un proyecto que ya se inició con alcaldes socialistas pero que ha alcanzado cotas insoportables con el doble mandato de CiU (en la Generalitat y en el Ayuntamiento) y que coincide, además, con las agresivas políticas neoliberales reactivadas con la excusa de la crisis económica. Éstas afectan a la vida cotidiana de mucha gente en formas más o menos agresivas: desahucios, recortes en sanidad y educación, insuficientes políticas sociales, frenazo de las inversiones públicas en los barrios obreros y populares… La promoción del turismo como actividad central de la ciudad genera asimismo tensiones cotidianas en los barrios donde se concentra el turismo masivo (no sólo en el Centro, también en zonas más alejadas como Sagrada Familia o Gracia). Las políticas de recortes, en cambio, no afectan a la generosa subvención municipal a la Fórmula 1 o a otros eventos de alto nivel (en mi barrio el Ayuntamiento decidió no construir una piscina ampliamente reivindicada y que debería cubrir las demandas de una zona donde residen unas 60.000 personas y prefirió dedicar los recursos que había obtenido a financiar el Campeonato Mundial de Natación). Se hacen obras urbanísticas a demanda de los comercios de élite de Passeig de Gràcia o Diagonal y se olvida el resto. Y hay cosas mucho peores, como el práctico regalo a la multinacional Agbar (Grupo Suez y participación de la Caixa) de la gestión del ciclo del agua a escala metropolitana (y posiblemente a escala de toda Catalunya). Y todo ello con una gestión munipal cerrada a la participación y cada vez más adicta a multar y reprimir las protestas.

El deterioro de las condiciones de vida ha generado respuestas sociales en muchos barrios. Con un cierto renacimiento del movimiento vecinal clásico (que siempre ha mantenido una vitalidad mayor que en otros lugares), habitualmente acompañado o asociado a otros actores viejos y nuevos. En muchos lugares de la ciudad se han creado plataformas, metaorganizaciones, procesos de participación popular que han dado lugar a movilizaciones más o menos exitosas en campos tan diversos como el bloqueo de los desahucios, la defensa del espacio público, la reivindicación de la autogestión local de los centros cívicos, la denuncia de las listas de espera, contra el aumento abusivo del precio del transporte público, etc. Se trata en muchos casos de procesos bastante transversales por lo que se refiere tanto al tipo de gente implicada como a la variedad de culturas políticas que participan. Aunque no puede hablarse de una movilización social generalizada, han conseguido cuando menos activar y unificar a sectores relevantes y, en general, han obtenido un importante respaldo social.

El tercer factor determinante es el hundimiento político del PSC, el vertebrador de las políticas municipales durante 32 años (1979-2011) y hasta ahora el principal partido de izquierdas (aunque más por los votos que colectaba que por su política real). Su declive es por méritos propios. Un partido crecientemente derechizado, con una pérdida del impulso y la conexión social de los primeros años. La mayor parte de cuadros actuales  está formado por gente sin experiencia en el mundo social y que practica un discurso burocrático alejado de lo que se mueve en la ciudad. Para remachar el clavo de esta imagen derechista, en el presente mandato, en la oposición, han dado apoyo tanto a la más que discutible cesión del control del agua a Agbar como a los cambios legales exigidos por los promotes de Barcelona World y que de entrada significarán un regalo a los gestores de los casinos de juego. Prueba de su declive es que en las dos últimas convocatorias electorales el PSC, en Barcelona ciudad, se coloca a nivel de votos por detrás de ICV-EUiA.

El cuarto elemento es, sin duda, la cuestión nacional. Sobre todo la masiva deriva de las capas medias (e incluso de sectores obreros originarios de otras comunidades) hacia el independentismo. Esto ha acelerado el traslado del voto socialista hacia ERC.

Sin duda el cuadro global es complejo, pues se sitúa en dos ejes contradictorios, el social y el nacional. Aunque en el campo de la gestión municipal este último aspecto es menos importante y la mayoría de “batallas” locales transcurren en torno al eje social.

“Guanyem” trata sobre todo de dar respuesta a las tres primeras cuestiones, promoviendo un proceso electoral que lleve al Ayuntamiento a unos representantes que desarrollen una política participativa en lo formal, defensora de los derechos sociales y orientada a frenar a los grupos de poder oligopólico que controlan la ciudad. No se entra en la cuestión nacional, aunque en Catalunya hay un amplio consenso entre la mayoría de gente alternativa en torno a la idea de que la demanda de una consulta sobre la independencia es una cuestión de justicia, exigible, lo que permite, al menos de momento, obviar un posicionamiento más específico sobre el fondo.

III

El proyecto trata de promover una candidatura que recoja un amplio abanico social, que represente a los movimientos sociales de la ciudad, que se abra a nuevos modos de organización y que no se construya como una mera coalición de organizaciones políticas. En suma, se trata de constriuir un conglomerado electoral que aúne a todas las fuerzas sociales que luchan y promueven un modelo social alternativo al dominante.

La propuesta es ambiciosa pero para que se pueda plasmar exige mucho realismo y capacidad de resolver los conflictos que sin duda pueden generarse. Por una parte, los movimientos sociales que han madurado en la ciudad tienen en muchos casos estructuras débiles y descansan demasiado en un número reducido de activistas. Por otra, en clave política incluyen a gente cuya adscripción o sensibilidad política va desde Iniciativa (e incluso algunos sectores a su derecha, cercanos al PSC o ERC) hasta el anarquismo. Por ello la construcción de un bloque alternativo suficientemente representativo de esta realidad debe incluir tanto a gente procedente de movimientos sociales como a gente procedente de las organizaciones que habitualmente participan de estos movimientos (ICV, EUiA, CUP, Podemos…). Hay aquí problemas de encaje que deben ser tratados con esmero si se quiere construir una confluencia amplia y evitar que sea impedida por los sectores más fundamentalistas de los distintos espacios.

Seguramente el espacio donde la confluencia es más fácil es el campo programático. Hay, cuanto menos, bastantes posibilidades de acuerdo en aspectos concretos de las políticas que deberían realizarse. El conflicto es en cambio más probable que se produzca en dos campos conexos: la relación de las distintas organizaciones con los representates y la nominación de las personas que van a representar.

De entrada hay una cuestión que me parece esencial destacar. Una gran parte de movimientos sociales dificilmente puede integrarse en un proceso electoral. Ello se debe fundamentalmente a que la mayoría de movimientos no tratan de organizar a la gente a partir de problemas de alineamientos políticos y sí de integrar a gente diversa sin una referencia ideológica clara (lo contrario, la creación de organizaciones encuadradas en una referencia política forma a mi entender una parte de la historia negra del socialismo y del comunismo). Una sociedad democrática necesita de movimientos sociales autónomos respecto al poder político, sea cual sea su composición. Y unos representantes políticos dispuestos a luchar contra la corriente neoliberal dominante necesitan de movimientos sociales fuertes que promuevan cambios superadores del marco de juego establecido (o que simplemente critiquen las cosas mal hechas y promuevan actuaciones desde su autonomía). Por tanto es necesario pensar en algún tipo de encaje que permita una relación fluida entre activistas sociales y portavoces políticos pero que mantenga la autonomía de cada cual. Es cierto que muchos activistas sociales, y muchas entidades, se encontrarán representados en las propuestas que pueden salir de procesos como Guanyem, pero son necesarias formas concretas de organización.

Por otro lado, están las organizaciones políticas establecidas. Con su propia trayectoria, su experiencia y su patrimonio organizativo. Es evidente que lo que se propone es una dinámica que supera sus propias limitaciones de implantación social y sus propias inercias. Pero hay que ser conscientes de que se les exige un riesgo que puede provocar vértigo y que obliga a ser cuidadosos y realistas en las formas y en los mecanismos de encaje.

En la elección de los representantes es sin duda donde se puede embarrancar el proceso. Aquí siempre se ponen en juego tanto los egos personales como las tensiones entre grupos, corrientes, organizaciones. No estoy seguro de que el sistema de primarias sea necesariamente el mejor, especialmente si la gente se limita a votar sin un debate previo de qué es lo que aporta cada persona. De los pros y contras de una u otra  representación. Conseguir una candidatura verdaderamente integradora y reconocible por todo el mundo exige no sólo un razonable proceso de selección, sino también generar un espacio de confluencia y confianza que es esencial para que las cosas funcionen. Mis mejores experiencias en movimientos sociales siempre se han producido allí donde este clima de cooperación, apoyo y respeto han dominado. Creo que este es un bagaje que tiene mucho recorrido en Barcelona y sobre el que es posible construir este nuevo proyecto.

IV

El segundo nivel de problemas a afrontar tiene que ver con el programa y su plasmación práctica. Las políticas neoliberales han convertido muchas demandas esenciales de la población en propuestas radicales. Muchos problemas son muy urgentes, y requieren medidas radicales. El nudo del problema es que las políticas neoliberales no se configuran como meras decisiones políticas revocables fácilmente con un cambio de gobierno. Son políticas que se incardinan en un denso entramado internacional y que a menudo están además “fijadas” por leyes y procesos que dificultan el cambio. Entre lo que hay que hacer y lo que se puede hacer de inmediato hay siempre un foso difícil de saltar.

Pongo un ejemplo local para que se entienda: la creación de una nueva compañía del agua para casi toda el área metropolitana a la que dentro de poco se le agregará gran parte del patrimonio de la Agencia Catalana del Agua es, en términos sociales, una estafa a la ciudadanía. Un gobierno decente debería revocar esta decisión y municipalizar la gestión del agua. Esto es lo que lleva un tiempo trabajando el movimiento Aigua es Vida (alguna de cuyas cabezas visibles figura entre los promotores de Guanyem), del que participan diversas entidades y movimientos ciudadanos. El problema estriba en que este proceso irregular se ha realizado cumpliendo la legalidad (al menos ha conseguido sentencias favorables al mismo) y, seguramente —no conozco el entramado legal concreto—, está blindado ante una eventual reversión. Revertirlo ahora es mucho más difícil que haberlo parado antes de nacer. La vía de la recompra está descartada por su elevadísimo coste. Cualquier otra vía pasa por abrir un proceso político-legal (que pudiera mostrar que fue un proceso doloso, o que incordie las posibles actividades abusivas de la compañía) lento y de incierta realización. Frenar a una multinacional poderosa es casi siempre un esfuerzo titánico, con mil y una trampas, que puede defraudar a quienes piden cambios rápidos, y puede por ello generar tensiones entre los representantes electos y sus movimientos sociales amigos. Creo que el ejemplo es extensible a otros muchos casos. Quienes llevamos muchos añós en el movimiento vecinal sabemos de estas dificultades, de la paciencia y tenacidad que requiere afrontar muchas cuestiones. Quizás, por ello, el movimiento vecinal tiene tan poco “glamour” entre la gente joven y la más radical.

Minimizar este problema no es fácil. Creo que lo mejor es, primero, tener claro cuáles son los condicionantes que reducen la capacidad de acción en cada cuestión relevante. Después, aclarar lo que es factible por mera voluntad política (lo que es imperdonable no hacer), lo que requiere campañas de largo recorrido para fragmentar, sortear o neutralizar resistencias, y lo que es suicida afrontar a corto plazo. Y elaborar una propuesta de acción compartida que tenga en consideración estos esfuerzos, que aclare cuáles son los compromisos que unos representantes pueden asumir sin más y qué aspectos dependen del éxito o el fracaso de una acción a medio o largo plazo. Cuanto más se clarifiquen estos términos más fácil será que la gente a la que se le pide apoyo entienda el sentido del mismo.

Hay una cuestión que añadir a esta reflexión: Donde las cosas ya funcionan y son apreciadas por mucha gente, más que cambios lo necesario es que las cosas sigan igual o que mejoren marginalmente. Hay que concentrarse en aquello que está manifiestamente mal hecho, que genera un inaceptable sufrimiento social, una insatisfacción general.

V

Entre la sociedad neoliberal y una sociedad decente, inclusiva, participativa, social, ecológica, hay un espacio inmenso. Y miles de trampas e impedimentos de por medio. La hegemonía social no se consigue fácilmente, sobre todo cuando no se tienen ni los medios ni los apoyos con los que cuenta el poder. Esa hegemonía sólo puede alcanzarse si se logra hacer partícipe a mucha gente de buenas ideas y prácticas. Ahora tenemos una oportunidad para actuar en esta dirección y tratar de impulsar un proceso que permita avanzar. Sabiendo que es un intento pionero y que no siempre las cosas salen bien a la primera. Al menos, debemos conseguir que la experiencia refuerce las mejores dinámicas actuales y hay que seguir intentando y probando vías para salir de este universo kafkiano en el que tratan de encerrar nuestras vidas.

27/6/2014