vivir el presente

«Vivir el presente»: una admonición radicalmente ambigua: nos la dirige tanto el sabio budista como el frangollador de libros de autoayuda o el “creativo” publicitario… Bueno, no perdamos de vista que fue nada menos que Henry Ford quien declaró que “la historia es una bobada” y que “no queremos tradición”. Decía el industrial estadounidense: “Queremos vivir en el presente, y la única historia que vale algo es la que hacemos hoy”.[1] Un siglo después, “vive el hoy” nos asalta una y mil veces como eslogan publicitario: una frase hecha capaz de funcionar como epítome del nihilismo mercantil.

No debemos, no podemos leer el carpe diem del epicúreo Horacio como una invitación consumista a la irresponsabilidad: lo que nos recuerda es más bien la importancia del instante, la gravedad del momento presente, la honda verticalidad de esa dimensión temporal. Si lo pensamos un poco, la diferencia entre el “vivir el presente” del sabio antiguo y el del fundador de la Ford Motor Company estriba en la vinculación. Un presente desvinculado de pasado y futuro, debelador de los nexos sociales, es el presente “fordista” que aísla al individuo y lo entrega atado de pies y manos a la seducción de la propaganda comercial. Por el contrario, un presente que se extiende en la profundidad del tiempo, que incluye dentro de sí pasado y futuro como dimensiones de la temporalidad, que conecta al individuo con los “diez mil seres”, ése sería el presente epicúreo y budista.

Cuando nos animen a “vivir el presente”, interroguemos: ¿qué presente? ¿Desvinculado o vinculado?



[1] En Chicago Tribune, 25 de mayo de 1916. No costaría encontrar proclamas en el ámbito de las vanguardias artísticas –el futurismo italiano o ruso, en esa misma época, por ejemplo— que congenian con estas ideas del creador del “fordismo”…